Inflación: cómo fue la solución israelí

¿Podremos los argentinos sacrificarnos durante un período de tiempo similar para romper con este cíclo malicioso?

Amediados de la década de 1980, los habitantes de Israel padecían las mismas penurias que los ciudadanos de esta parte del Cono Sur. Un proceso inflacionario al que no le podían encontrar solución alguna se terminó transformando en un proceso hiperinflacionario (sucede cuando el incremento general de precios supera el 100 por ciento anual durante tres años).

Para ponerle fin a ese flagelo, Israel diseñó y puso en práctica un plan de estabilización. A más de tres décadas de implementado, los hechos indican que las medidas adoptadas fueron las correctas y la suba generalizada de precios ya no es un problema para los israelíes (de una inflación anual de 480 por ciento en 1984 se bajó al año siguiente a un 20 por ciento y en los últimos años fue inferior al uno por ciento anual).

Con la evidencia en nuestras manos, resultará útil analizar las principales medidas que posibilitaron ese asombroso resultado para replicarlas en nuestra realidad, con el objetivo de erradicar de modo definitivo este problema que nos viene aquejando desde hace más de 70 años.

El hecho trascendental que posibilitó romper con la inercia inflacionaria fue la participación, en un acuerdo macro, de todas las fuerzas políticas –como ninguno de los dos partidos mayoritarios podía formar gobierno por sí solo, el entendimiento se llevó a cabo de manera conjunta.

De esta forma, se le dio al acuerdo alcanzado garantía de cumplimiento a largo plazo, más allá del partido político que estuviera a cargo en las administraciones. Los legisladores se tuvieron que sentar a negociar, definieron cómo sería el camino para salir de esa situación y lo plasmaron en un acuerdo.

Si queremos replicar en nuestra nación el resultado israelí, es condición indispensable que las medidas surjan de un convenio de todo el arco político, para evitar las clásicas idas y vueltas a las que nuestro péndulo político nos tiene acostumbrados.

Dentro del acuerdo macro, no deberían omitirse al menos los siguientes tres puntos que fueron pilares del programa israelí:

Déficit fiscal: antes de la implementación del plan, Israel tenía un déficit fiscal superior al 15 por ciento. La única forma de empezar a tomar en serio el tema de la inflación será si nuestro país empieza a dejar de gastar más recursos de los que puede generar.

En la medida en que sigamos gastando más de lo que nos ingresa, tendremos siempre la presión inflacionaria a la orden del día, que dinamita los cimientos de cualquier programa que intente controlar este flagelo tan nuestro como los colores celeste y blanco.

Apertura de la economía: mediante la eliminación de aranceles a la importación y apostando a sectores innovadores de la economía, se logrará tener una economía más eficiente y moderna. Además, con la apertura tendremos más oferta de productos, y ello hará que los precios tiendan a bajar.

Independencia real del Banco Central: cuando digo independencia, es tanto en los papeles como en el funcionamiento real. Israel estableció por ley la imposibilidad de que el Banco Central pueda adquirir deuda pública mediante emisión de dinero.

La implementación del plan israelí sería parte de la solución definitiva a nuestro problema, aunque es probable que no haya pilar que aguante si esta tarea no es acompañada por el esfuerzo extra de todos los habitantes de la nación. Sólo un acuerdo entre todas las fuerzas políticas más el esfuerzo de todos los ciudadanos lo harán posible.

Con “la Carta Magna contra la inflación” pondremos punto final a esta pesadilla y daremos definitivamente una vuelta de página.

Un pueblo que ha podido transformar un desierto en un vergel y que además ha sido exitoso en la lucha contra la inflación es un pueblo al que deberíamos imitar. Personas que cruzaron un desierto para encontrar su lugar en el mundo lograron terminar con la inflación después de tres años de angustias y necesidades.

¿Podremos los argentinos sacrificarnos durante un período de tiempo similar para romper con este ciclo malicioso? ¿O deberemos esperar a que nuestro país se transforme en un yermo y ya no tengamos otra alternativa? De la altura y mezquindad de nuestra clase política dependerá.

 

Fuente: lavoz.com.ar