Pablo Wong es padre de dos niños que nacieron siameses. Ian e Ignacio están a punto de cumplir 20 años. Hace dos décadas, en el Garrahan fueron sometidos a una cirugía histórica que les salvó la vida.
Ian e Ignacio son hermanos gemelos que nacieron siameses, unidos por el abdomen, hace casi veinte años: entonces, su vida corría peligro, compartían el intestino, la materia fecal pasaba "de uno a otro", según recuerda su padre, Pablo Wong. Habían pasado apenas doce horas de su nacimiento y los bebés fueron trasladados de urgencia al Hospital Garrahan, donde una cirugía de separación histórica les salvó la vida. Dos décadas más tarde, la familia Wong salió a respaldar al reclamo de los médicos de ese centro de salud, en medio del ajuste y recortes del Gobierno de Javier Milei.
El reclamo por fondos y la urgente recomposición del personal del Garrahan no sólo atañe a médicos, enfermeros, residentes y personal administrativo, sino que la voz en alto contra el ajuste ha alcanzado a las familias que han sido asistidas, acompañadas y abrazadas en el centro pediátrico de reconocimiento regional, donde al año se realizan 10 mil cirugías y más de 600 mil consultas.
Wong contó a la 750 que en el Garrahan les salvaron la vida a sus hijos, con la "calidez humana" que ahora lo lleva a Pablo a reconocer en el médico ya no sólo un profesional comprometido, sino también un amigo. “La verdad es que mis hijos ya no se atienden más, porque tienen 19 años. Este viernes cumplen 20. Pero se han atendido en el Garrahan desde que nacieron, en 2005”.
El parto, 20 años atrás, fue en el Hospital Santojanni, del barrio porteño de Mataderos, pero a las 12 horas de haber nacido los médicos “se comunicaron con los tres hospitales más grandes de ese momento” debido a las complicaciones y los trasladaron al Garrahan, un centro de referencia de alta complejidad.
El panorama era complicado, recordó su padre, quien detalló que sus hijos eran gemelos siameses unidos por el abdomen. "Compartían el intestino. Eso significaba que la materia fecal de uno pasaba al otro”, relató. “Lo más importante no era solo la separación, sino lograr que cada uno pudiera defecar de manera independiente”. Y de esto se encargaron en el hospital público.
“Gracias a la mano, la sapiencia y la dedicación del doctor Horacio Questa—a quien con su permiso puedo nombrar, porque más que un médico es un amigo, ya que siempre estuvo presente en todas las operaciones— pudimos salir adelante”, afirmó.
Y añadió: “El Garrahan para mí es la vida de mis hijos. Y no hay precio para eso. No le podemos poner un valor monetario, porque no existe en el mundo el dinero suficiente para pagar la vida de mis hijos. Ni la fortuna de Bill Gates”.
“Por eso hay que reconocer a los médicos, a los enfermeros, a la gente administrativa. Es un conjunto. Y si un engranaje está defectuoso, no funciona bien. El calor humano que tiene el Garrahan es impresionante”, finalizó.