Sin escalas. De Rosario a Canadá: "Cambié los tacos por las botas de goma y un tractor"

Con dolor de cabeza y tensionada, así terminaba Brenda cada charla con su nuevo amigo Randy. Lo había conocido una noche de verano en un bar de la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe. Había quedado impactada por su apariencia: con 1,92 de altura, rubio y de ojos azules...

..., el canadiense simpático que la miraba con atención desde el otro lado del salón, hablaba unas pocas palabras en español y su acento resultaba simplemente gracioso. Sin embargo, y aunque ella no sabía absolutamente nada de inglés, se las ingeniaron para comunicarse esa noche y poder bailar algunos temas.

"Esa noche solo bailamos porque era imposible tratar de comunicarnos. Yo no sabía nada de inglés y la música estaba muy fuerte. Pero una de mis amigas que es profesora de inglés nos ayudó un poco y llegamos a intercambiar nombres para después poder buscarnos por Facebook. Randy había llegado ese mismo día a Rosario y todavía no tenía un chip local para su teléfono, así que era todo más complicado", recuerda entre risas Brenda.

Al principio fue muy difícil poder entablar una conversación. Usaban las pocas palabras que sabían, recurrían a Google Translate y muchas señas. "Teníamos dolor de cabeza al finalizar una charla, de verdad. Por ejemplo, si yo quería decir color negro pero solo sabia decir blanco, le decía: white opposite y él adivinaba. Pero la ventaja de no hablar el mismo idioma era que no podíamos pelear".

Brenda y el canadiense Randy se conocieron en un bar en la ciudad de Rosario.

 

Sin embargo, la conexión fue inmediata. Randy había llegado a Rosario por trabajo y alquilado un departamento por cinco meses. Por su parte, Brenda también vivía sola en un departamento alquilado. Y después de salir por tres meses, decidieron que podían intentar una convivencia. Hasta que llegó el momento en que él tuvo que volver a Canadá. Su antiguo jefe le había ofrecido trabajo con un sueldo que era imposible de rechazar en el área del petróleo.

Si no venís conmigo me quedo otros seis meses en Rosario, le dijo esa tarde Randy a Brenda convencido de lo que sentía por ella.

"Yo trabajaba en la Caja de Previsión Social de los Agentes Civiles del Estado en el área administrativa. Hablé con la abogada de mi trabajo -y mi segunda mamá, una divina total- y la ley me permitía pedirme hasta tres años sin goce de haberes, oportunidad que aproveché sin pensar. Mi familia cercana es muy chiquita, mi mamá falleció hace mucho, no tengo la mejor relación con mi papá y solo tengo un hermano así que no me quedaban muchas ataduras sentimentales más allá de un montón de amigos con los que mantuve el contacto".

Como una princesa

Como en un cuento de hadas: así se sintió Brenda cuando conoció el rancho donde vivía Randy.

 

Randy vivía en la granja de sus padres y Brenda jamás imaginó el paraíso que estaba a punto de descubrir. "Cuando llegué era como haber entrado a un cuento: todo verde, lleno de pinos, plantas y flores, el césped era una alfombra, la casa de película, el granero una belleza, había caballos y ciervos de fondo, ardillas que saltaban a lo lejos y a la tardecita aparecía una zorra con sus crías. Yo me sentía Blancanieves".

Brenda había llegado a Canadá con visa de turista, de modo que no podía trabajar. De todos modos no quiso quedarse quieta y se abrió camino cortando pasto, haciendo jardinería, pintando casas y limpiando casas de amigos de la familia de Randy. Quería estar entretenida. Después de un año de convivencia, todo marchaba sobre ruedas así que Brenda solicitó la visa de trabajo y residencia al mismo tiempo. Volvió a Rosario, vendió todas sus pertenencias, dejó el departamento y se instaló definitivamente en Canadá.

Cada paisaje es único.

 

A su regreso, la pareja compró una granja de 40 hectáreas en Alberta, al oeste de Canadá, con una casa vieja que remodelaron los dos solos y siguiendo ideas de Pinterest. Allí tenemos animales y mascotas: vacas, ovejas, gallinas, gatos y un perro, además de ardillas, las preferidas de Brenda. "A los 2 nos gusta esta vida, y nos encanta cultivar nuestra propia comida, por eso tenemos una huerta enorme con verduras y frutas. Cuando es hora de cocinar, vamos a la huerta, juntamos lo que queremos y lo comemos orgánico y fresco".

Brenda se define como una persona activa y disfruta del contacto con las plantas y la tierra.

 

De la administración al dentista

Mientras, y ya con su visa de trabajo en mano, Brenda se propuso buscar trabajo. "No sabía a qué dedicarme, encontré un aviso de trabajo en una oficina dental que buscaba una técnica en esterilización. No necesitaba experiencia. Mandé el CV, me llamaron, tuve una entrevista extraña porque yo casi no hablaba pero entendía ingles. Y me contrataron porque les gustó mi actitud. Aprendí mirando: mi tarea era preparar los instrumentos que el dentista iba a usar, después retirarlos de la oficina y esterilizarlos. Como aprendía rápido me fueron dando más tareas y haciendo diferentes cosas en la oficina. Me encantó ese nuevo mundo organizado y súper limpio porque así soy yo".

Pasaron tres años. La vida parecía sencilla y agradable. Tenían un buen pasar económico y sintieron que había llegado el momento de agrandar la familia. Así llegó Zahra. Brenda tomó 18 meses de licencia por maternidad y luego renunció a su empleo en el consultorio para quedarse en casa y criar a su hija. "Estamos embobados, ella tiene casi 4 años, habla 90% inglés pero entiende todo en español. Está en una edad que es muy graciosa, espontánea e inocente".

Brenda y Randy fueron padres.

 

La maternidad no fue fácil. Aunque la familia de Randy siempre recibió a Brenda con los brazos abiertos, la realidad es que las hermanas de él trabajan y sus padres, que están jubilados, viven los seis meses de invierno en Nicaragua. De modo que Brenda estuvo sola durante muchos meses. "Veía las fotos de mis amigas con sus hijos y me daban ganas de estar ahí para que mi hija pudiera jugar con ellos. Ahora que mi hija está más grande me encanta verla crecer en la granja rodeada de animales, haciendo la huerta, jugando con libertad".

Adiós tacos, bienvenidas las botas de goma

El año pasado Brenda decidió que era tiempo de volver a trabajar. Quería tener una carrera y optó por tomar el curso de asistente dental registrada. "Acá los dentistas no trabajan solos, cada profesional tiene dos asistentes como mínimo, hay mucha salida laboral y, como ya tenía una base, me animé. No fue fácil estudiar en un segundo idioma y además con una hija tan chiquita pero lo hice y me gradué este año con el promedio mas alto. Mis profesoras y compañeras me felicitaron porque sabían el gran esfuerzo que estaba haciendo. Hice mi práctica y me contrataron en la misma oficina". Mientras, su marido continúa trabajando con compañías petroleras.

Se definen como una familia activa. Randy y Brenda tienen sus respectivos trabajos y en el tiempo libre cuidan de los arbustos, cortan el césped, extraen yuyos y se ocupan de los animales en la casa. En verano los días son largos, oscurece a las 22.30 y eso les permite aprovechar el día. Salen a caminar hasta el lago que queda a cinco minutos de la casa, visitan a los animales, familiares y amigos. Todos los veranos acampan en la montaña. "Los lugares son soñados y lo más lindo es poder ver osos con sus crías al costado de la ruta, alces, ovejas salvajes, todo tipo de ardillas, es genial". En invierno los días son cortos, pero el clima en Alberta es seco, entonces el frío no se siente tanto. Juegan con la nieve, salen a pesar en cuatriciclo y a caminar por lagos congelados. También es cuando Brenda destina tiempo a la cocina, para hacer tortas y postres.

Aunque la familia de Randy siempre la recibió con brazos abiertos, para Brenda el puerperio fue difícil ya que pasó el primer año de su hija lejos de los afectos.

 

Las plantas de haskap

Casi por casualidad, descubrieron las bondades de las plantas de haskap, una súper fruta porque tiene altos contenidos de antioxidantes. Su sabor a arándanos y frambuesas es único. Entusiasmados llegaron a comprar y plantar 3 mil plantas. "Tuvimos que esperar 4 años para que la plantas dieran frutos y ofrecerlas al público. Este verano 2020 abrimos el U-Pick por primera vez sin saber qué esperar, porque esta fruta, originaria de Rusia y Japón, es casi desconocida en Canadá. Promocioné la apertura de nuestra huerta en Facebook y a la gente le encantó la idea de probar algo nuevo. El primer fin de semana que abrimos vinieron mas 300 personas. Nosotros le damos al cliente los baldes con manija y le asignamos un área para juntar las frutas (tenemos alrededor de 20 variedades de frutas). Cuando termina de juntar, pesamos las frutas y pagan 8 dólares el kilo. Esta es nuestra historia, yo la llamo la versión barata de Luisana Lopilato y Michael Bublé".

 

fuente: lanacion.com.ar