Y en ese punto Passarelli adosa una breve interpretación: "Con $40.000 no se es pobre, con $50.000 abona Ganancias"; ironía mediante, podría considerarse rico. La didáctica del experto va más allá de las ciencias exactas.
Describe un áspero capítulo de estos tiempos bajo sucesivas tormentas económicas. Incluso vale considerar la cantidad de historias de vida que resume esa brecha de algo más de $10.000 para estar del lado cruel o de la vereda más amable de la grieta económica argentina.
En paralelo a las diferencias entre pobres y menos pobres, el discurso oficial bajo rigor de coaching casi en tono de las campañas publicitarias en etapas pre mundiales de fútbol, se motoriza como esbozo de alguna explicación a los desaciertos económicos. Incluso para abarcar a los males autoinfligidos, según criterio de economistas con visión no liberal, para despuntar otra ironía respecto de que "el peor día de la economía de Cambiemos son todos".
Y lo que vendrá, digamos pasado mañana, en parecer de los opositores que se acomodan en el escenario de campaña electoral, sólo sabe a transición. Léase: ninguna mejora sensible aparece a mediano plazo mientras asistimos al Vía Crucis de las pymes, el creciente desempleo, la reducción de ingesta alimentaria, la extinción de la industria nacional, y siguen firmas.