El juicio por la causa de los Cuadernos de las Coimas continúa arrojando luz sobre uno de los entramados de corrupción más grandes de la historia argentina. Nuevos testimonios, cruzados con los registros del chofer Oscar Centeno y declaraciones de empresarios arrepentidos, han permitido reconstruir con precisión cinematográfica lo que ocurría los viernes en la Quinta de Olivos: una mezcla de ocio, impunidad y delitos federales.
Los viernes en Olivos: Fútbol, asado y recaudación
Según se desprende de la investigación y del informe periodístico, el ingreso a la residencia presidencial no era solo para cuestiones de Estado. Los viernes funcionaban como el día clave para la recaudación ilegal. Mientras un círculo selecto de funcionarios jugaba al fútbol con el entonces presidente Néstor Kirchner, ingresaban los bolsos con el dinero negro proveniente de la obra pública y los subsidios al transporte.
Jugar al fútbol en Olivos era considerado un "premio" y un símbolo de pertenencia al círculo íntimo. Roberto Baratta, mano derecha de Julio De Vido, era uno de los habituales. Según los relatos, Baratta jugaba mal a propósito y le facilitaba los pases a Kirchner para que este hiciera los goles, en una muestra de sumisión que trascendía lo laboral. El expresidente, quien jugaba con la camiseta de la Selección Argentina mientras el resto usaba pecheras verdes, imponía las reglas y decidía cuándo terminaba el partido: "Se terminó cuando él ganaba".
La logística de los bolsos: "Negro, vos sabés qué hacer"
El testimonio de Oscar Centeno ante la justicia es devastador por su nivel de detalle. El chofer relató cómo trasladaba a Baratta hacia la residencia oficial con el dinero recaudado durante la semana en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires. Al llegar a Olivos, la mecánica era siempre la misma.
"Cuando íbamos a llevar los bolsos a la Quinta de Olivos en estos asados, Baratta me decía: 'Negro, vos sabés qué hacer'. Lo que significaba que me tenía que ir a tomar mate por ahí", declaró Centeno. En ese momento, entraba en escena Daniel Muñoz, el fallecido secretario privado de los Kirchner, quien se encargaba de retirar los bolsos del auto de Centeno para ingresarlos al chalet principal.
El rol de Cristina y la continuidad del sistema
Uno de los puntos más controvertidos de la defensa de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner es su supuesto desconocimiento de estas maniobras. Sin embargo, Centeno aseguró ante el tribunal que la vio en varias oportunidades en el lugar de los hechos. El chofer describió ver a la exmandataria vestida con ropa deportiva (jogging), cruzando desde la residencia donde vivía hacia el chalet donde se depositaba el dinero.
Tras la muerte de Néstor Kirchner en 2010, el sistema de recaudación no se detuvo, aunque sí cambió la logística. Según los testimonios, ya no se llevaban los bolsos al departamento de Juncal y Uruguay con la misma frecuencia, sino que se centralizaba todo en la casa de Baratta o directamente en Olivos. "Cristina sabía de los bolsos y después siguió recaudando ella", afirmó el periodista en base a los expedientes judiciales.
El "baño" de De Vido y la extorsión a empresarios
El informe también destaca el modus operandi del exministro de Planificación Federal, Julio De Vido. Empresarios de la construcción como Juan Chediack (fallecido) y Carlos Wagner relataron cómo eran citados al domicilio del ministro o a su despacho para entregar las coimas. En muchos casos, la instrucción era dejar el dinero en el baño.
- La amenaza: De Vido fue citado diciendo: "Si querés seguir trabajando, tenés que pagar". Cuando los empresarios se quejaban de la crisis económica, la respuesta era tajante: "No seas llorón".
- Los montos: Las entregas rondaban entre los 100.000 y 250.000 pesos de la época (cifras millonarias al cambio actual) y se realizaban con frecuencia mensual.
- El sucesor: Tras la salida de De Vido del esquema directo, José López (famoso por los bolsos en el convento) tomó el control, presentándose ante los empresarios con una actitud aún más agresiva y soberbia.
La ruta aérea al sur: "Voy a poner un negocio de valijas"
El destino final de gran parte del dinero físico era la provincia de Santa Cruz. Los testimonios de pilotos del avión presidencial Tango 01 y del entorno de Daniel Muñoz confirman el traslado aéreo de equipaje pesado que no pasaba por controles convencionales. En una ocasión, se mencionó el traslado de 20 valijas en un solo vuelo. La cantidad era tal que Muñoz llegó a bromear con ironía: "Después de esto voy a poner un negocio de valijas".
Este dinero, según confesiones de contadores como Víctor Manzanares, terminaba en bóvedas ubicadas en propiedades de la familia Kirchner en Río Gallegos y El Calafate. La impunidad era tal que, durante años, estos movimientos se realizaron a la vista de empleados, choferes y pilotos que hoy, en calidad de testigos o arrepentidos, están desmantelando la trama de corrupción más sistemática de las últimas décadas.
