Hay una película, protagonizada por George Clooney y Jeff Bridges, que satiriza los intentos del Ejército estadounidense por efectuar operaciones psicológicas —psy ops— en conflictos bélicos. Un General hippie (ningún otro que el Dude) dirige experimentos que involucran la telepatía, telequinesis, control mental, entre otras armas mortales de la mente humana.
Lo cierto es que esos experimentos torpes, risibles, más dados al slapstick que a los ámbitos académicos solemnes, devinieron cincuenta años después en sofisticadas herramientas de la guerra no convencional o de cuarta generación. La definición de guerra cibernética o cyberwar en el manual del US ARMY —que filtró Assange— no es una guerra de telecomunicaciones sino “cambiar lo que una población sabe o cree saber acerca de sí misma”. Ucrania, Venezuela e Irak han sido escenarios privilegiados para el testeo de torturas colectivas e invisibles en poblaciones enteras, con efectos muy concretos y devastadores. La violencia que no deja huellas es la más dolorosa, por sus efectos y por la transparencia absoluta de su instrumento, que lo hace invisible.
Como se ha dicho anteriormente, el gobierno actual utiliza muchas de esas tácticas sobre la ciudadanía, digitando el ánimo social desde la botonera de la política económica, social y comunicacional del Estado. Como cuerpo colectivo, cuyo soporte material no es otro que la corporalidad de cada uno de nosotros, estamos sometidos a una suerte de Gran Depresión innombrada, en sombra. Para resistir este ataque, no nos queda otra que aprender a disociarnos de nosotros mismos, muy a la manera de los torturados o de los iluminados. El costo de mantener la salud es, paradójicamente, la alienación.
Como todo torturador experimentado, el gobierno sabe frenar la sesión a tiempo u ofrecer un alivio mientras inflige algún tipo de dolor, generando una ambivalencia intolerable, destruyendo las pocas resistencias psíquicas de su víctima. El publicity stunt de la última semana tiene por objeto, primero, proveer una catarsis —un alivio, siempre, descargar: he ahí la multiplicidad de replies en apabullante ratio frente a los retweets o favs—; segundo, demostrar que se da la cara y, en tercer lugar, validar el discurso oficial mediante una dramatización titiritera del dominado que consiente su propio sometimiento.
La audiencia privilegiada de ese video es un sector social muy concreto, el que se halla en el limbo socioeconómico, que responde a las señales del honestismo, el sacrificio como virtud y la romantización de la pobreza, a la manera de El puntero o El marginal, como un turista social de esos que pagan tours para ir a las favelas. Poverty porn.
Este stunt, con su cuidada puesta en escena descuidada, se suma así a la larga lista del obreros atrevido, la pseudo-diputada agresiva y periodistas/panelistas apuntando a los talones de la figura presidencial. Un patrón, sin dudas, que tiene por meta canalizar y evaporar la bronca colectiva, dejando a la ciudadanía sola con su angustia. El silencio estratégico de Cristina Kirchner la priva, asimismo, de una voz cuidadora, protectora, especialmente a los sectores humildes, que son los que más la quieren y los que más desamparados se encuentran. Se aferran a los préstamos usureros y oportunistas y rezan. Rezan mucho.
Mención aparte para la marabunta kirchnerista en las redes sociales, que se encarga de viralizar los contenidos basura que arroja el aparato comunicacional cambiemita. Indignación, narcisismo (la competencia por el tuit más gracioso, el remate más efectista, es un motivador imbatible) y paranoia son los engranajes de esta formidable máquina de hacer publicidad gratis para el otro. ¿Qué gana Durán Barba con la viralización del video de Macri? Además de unas métricas fenomenales en alcance y engagement a costo cero, logra que los independientes puedan contrastar la narrativa oficial con el comentario kirchnerista y saque sus propias conclusiones. En otras palabras, inmuniza al electorado independiente contra el “virus K”. Dado que este mecanismo es irrefrenable, la sugerencia sería ofrecerles contenido mejor que aquél.
Lo que el video pone de manifiesto, más allá de toda duda, es que el oficialismo está dispuesto a hacer todo lo que haya que hacer para recubrir sus no-negociables, esto es, la licuación del salario via inflación, la transferencia de ingresos de los sectores trabajadores a los ricos y el distanciamiento insalvable, irreversible, entre la élite y el resto del cuerpo social. Si hay que ir y poner la cara, mentir alevosamente y besar gente común, que así sea.