La gestion del cambio climatico en el agro – nuevas exigencias

Fundación Mas Valor realizó un estudio técnico económico de la Cadena Algodonera, el cual fue presentado al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación.

Rentabilidad desequilibrada, reducida transparencia en la comercialización, déficit de herramientas financieras, desconocimiento del funcionamiento de una cadena de valor, naturalización de la informalidad, alta carga impositiva y falencias en la gestión ambiental en forma transversal, quita competitividad a todo el complejo agroindustrial algodonero.

En este documento, trataremos de abordar en forma resumida, las ventajas y beneficios de aplicar una gestión ambiental certificada, es decir con trazabilidad de punta a punta, auditada por terceros y bajo normas internacionales de referencia.

En el año 2000 la producción regional frutícola del valle de Río Negro, se encontró con un “terremoto de exigencias” desde sus compradores internacionales: certificar buenas prácticas agrícolas y de manufactura (BPA y BPM) en productores individuales e integrados. Las ventas se venían para atrás, debido a que los Retailers Europeos comenzaron a exigir 3 puntos innegociables: reducción de residuos de agroquímicos en la fruta, seguridad e higiene de los trabajadores y protección ambiental. La Cadena Frutícola respondió y en 4 (cuatro) años logró certificar diferentes normas que exigían sus compradores europeos, brasileros y asiáticos.

Abastecer la demanda mundial de modo sustentable desde el punto de vista del cambio climático es el desafío que tiene la Humanidad en su conjunto y la agricultura en particular. Producir más alimentos es una necesidad ineludible, como así también lo es preservar la productividad de los recursos naturales involucrados en el proceso, suelo, aire y agua. Hay dos características de la sociedad actual que definen y enmarcan el contexto actual, con gran impacto en los agronegocios: la globalización y el hecho de transitar por la sociedad de la información.

El fenómeno de la globalización actual con su enfoque multilocal ha producido importantes cambios de paradigmas en el ámbito institucional, organizacional, tecnológico y comercial, impactando fuertemente en el negocio de los alimentos en general. El impacto es muy notorio en el consumo pero también lo es en la restauración, distribución, tanto en la industria de alimentos como en el campo. La interdependencia entre países y economías hace que un efecto en cualquiera de ellos tenga un impacto en el resto, efecto al que no es ajena la producción de alimentos. La realidad de los negocios agroalimentarios globalizados hace que lo único permanente sea la situación de fuerte cambio en el entorno, por lo tanto la estrategia competitiva es la adaptación y la innovación.

En la sociedad de la información el ambiente cobra vital importancia en los procesos de desarrollo y – recíprocamente – la necesidad absoluta de un nivel de desarrollo satisfactorio para poder alcanzar una conservación dinámica del medio ambiente, de los recursos naturales y de la biodiversidad. En este contexto los procesos de producción –así como el suministro de servicios o el manejo de recursos naturales y de la biodiversidad – son cada vez más intensivos en ciencia, y por lo tanto en conocimiento.

A la tradicional visión del agro como productor casi excluyente de alimentos y fibras, y como fuente de ingresos y empleo para el habitante del campo, se ha incorporado recientemente una novedosa visión agro-eco-sistémica del sector rural; dentro de la cual se identifica al agro-ecosistema como proveedor de un conjunto ampliado de servicios que son esenciales para la calidad de vida de una sociedad (Viglizzo, 2004).

Finalmente, el cambio climático aparece como un desafío ineludible a abordar por el hombre, donde la agricultura no está ajena. Las evidencias del Cambio Climático y los consiguientes impactos ecológicos y socioeconómicos han determinado el desarrollo de distintas estrategias que permiten a la humanidad sobrellevar o atenuar los mismos. Básicamente se pueden agrupar a las mismas en dos grande categorías: a) Mitigación del Cambio Climático, b) Adaptación al Cambio Climático. En ambos frentes la agricultura puede adaptarse con estrategias que permitan hacer frente. La agricultura argentina debe ser parte de la agenda y de las soluciones propuestas.

Desde los marcos teóricos y explicaciones prácticas, arriba expuestos, podemos extraer que la gestión ambiental de los campos productivos algodoneros y sus rotaciones, es una urgencia, la cual deberá ser acometida como tantos otros desafíos técnicos que tuvo que superar el productor chaqueño y argentino.

No se distingue inversiones importantes, tanto a nivel gubernamental como privado, en aplicar una fuerte capacitación y acompañamiento a todas las producciones a “cielo abierto”, para incorporar la gestión ambiental como una herramienta tan indispensable como la semilla o una cosechadora.

La gestión del cambio climático en el agro, no difiere de ninguna aplicación en otros ámbitos de la economía, ya sea en la industria, el comercio o la urbanidad, la cual aporta herramientas y técnicas para el ordenamiento ambiental dentro de los procesos involucrados, analizando sus insumos y capacitando los recursos humanos para su eficiencia de cumplimiento.

Todas las actividades económicas generan residuos, tanto sólidos, como líquidos y/o gaseosos, el agro no es la excepción, y por lo tanto los protocolos de gestión ambiental se aplican en su totalidad para la actividad agropecuaria, fortaleciendo procesos, reciclando residuos, reduciendo costos, aplicando ciclo de vida de productos, mejorando la capacidad de los trabajadores y conservando los recursos naturales, todo esto en línea con la mejora competitiva para obtener mayores rentabilidades.

La gestión ambiental no es un costo, ni gasto, es una necesidad básica, estructural de la actividad económica, con la cual se van acomodando los demás factores, por lo tanto hay que eliminar la visión cortoplacista, para poner en contexto de estructuras, siendo soportes básicos para la producción y no como accesorios o modas pasajeras.

Sin seleccionar protocolos o normativas específicas para el agro (Global GAP, BCI, etc.), primero deberemos construir esa estructura dentro de la organización agropecuaria. Esta base se compone de procesos generales, procedimientos e instrucciones de trabajo, en los diferentes niveles de la organización productiva.

Sin desviar un peso en pagar una Certificación, podemos comenzar a invertir en estructurar la organización productiva, mediante la identificación de los Inventarios (IGEI), Procesos Generales (PG), Productos, Subproductos y Residuos (R), Procedimientos Específicos (PE) y las Instrucciones de Trabajo (IT).

La herramienta fundamental es la capacitación, planificada y permanente, para la aplicación de la mejora continua, mediante la secuencia lógica PHVA (planificar, Hacer, Verificar y Actuar nuevamente), desde los Gerentes, Jefes, Dueños hasta el último peón de campo, deberán comprender las exigencias de la registración de cada una de las operaciones que se realizan diariamente en las tareas agropecuarias.

La informatización es otra herramienta que complementa lo anterior, de forma tal, de obtener información de resultados en forma rápida, para la aplicación permanente del ciclo PHVA. No hace falta, al comienzo de la protocolización, comprar equipo y software, solamente reuniendo los comprobantes registrables y enviando al estudio contable que nos lleva la administración impositiva, podremos comenzar a identificar puntos de control, gastos ocultos y trazarlos para poder revisarlos, corregirlos y aplicarlos nuevamente.

Una estrategia válida es iniciar con normas ISO complementarias 9001 (Productos), 14001 (Ambiente) y 45001 (Trabajo), entrelazadas en un Sistema de Gestión de la Calidad, pueden constituirse en la plataforma internacional que necesitamos para garantizar a nuestros compradores que lo producido se realiza bajo el Otro

Otro camino más moderno, con reconocimiento internacional son los Protocolos de Cambio Climático, a través de herramienta de cálculo de huella de carbono basándonos en normativas internacionales, como lo son ISO 14.064, GHG Protocol e IPCC, el mundo está girando hacia este concepto.

Después de organizar el campo algodonero y sus rotaciones, la mejor inversión es en certificar una normativa internacional, como las arriba expuestas, con esto ya estamos cumpliendo demandas de nuestros compradores internacionales. Si agregamos las exigencias que puedan solicitar otras normas específicas (BCI, etc.), serán mínimos los ajustes necesarios para su cumplimiento, debido a que ya hicimos el trabajo más duro: organizar, registrar, trazar y mejorar continuamente.

Comenzar a la inversa, invirtiendo en certificaciones nacionales en busca de reconocimiento mundial, necesita de un gasto energético mucho mayor, que iniciar directamente bajo una normativa internacional verificable por cualquier organismo internacional.

En este documento, tratamos de abordar en forma resumida, las ventajas y beneficios de aplicar una gestión ambiental certificada, es decir con trazabilidad de punta a punta, auditada por terceros y bajo normas internacionales de referencia.
Ing. Luis Casas
Ing. Luis CasasMarketing, Desarrollo e IT – Esp. en Agronegocios y Alimentos (UBA). - Fundación Más Valor

 

fuente: fundacionmasvalor.com.ar

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