Las marcas del largo encierro de este año, los costos que tendría y el riesgo de descontrol cambiario e hiperinflación hacen imposible reeditar una experiencia semejante, aseguran las fuentes consultadas. El rol del FMI.
Los rebrotes en el hemisferio norte y también en países del sur, la persistencia en la Argentina de los casos de contagio, que ya superaron el millón y medio, y del número de muertes, ya próximo a los 42.000, más las idas y venidas con las vacunas y las dudas sobre su disponibilidad, despliegue y eficacia vuelven pertinente la pregunta, de cara a 2021: ¿puede la Argentina necesitar y, en tal caso, soportar otra cuarentena, aunque fuere atenuada y no tan extensa como en 2020? ¿La situación sanitaria pondrá al Gobierno de Alberto Fernández y a la sociedad ante esa disyuntiva?
Y la economía, el trabajo y el intercambio cotidiano en el que millones de personas y centenares de miles de empresas se ganan el pan diario, ¿puede resistir otra cuarentena? ¿Cuáles son los límites y los riesgos de un escenario semejante?
“No lo veo factible, y me animaría a decir que tampoco el Gobierno, por varios motivos. Por un lado, la fatiga social que hizo que la cuarentena acabara de facto antes del anuncio oficial, sobre todo en sectores vulnerables y hacinados.
En año electoral, no veo a ningún dirigente distrital arriesgando votos para hacer cumplir el ASPO. Por otro lado, la cuarentena se cumplió a duras penas con ayuda del Tesoro, a través del IFE y sobre todo el más oneroso ATP. El fisco no tiene hoy los recursos ni puede emitir masivamente como en 2020 para mantenerlo, y sin ayuda no hay encierro viable”, respondió Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato di Tella.
El economista y profesor visitante de la Universidad de Harvard cree que los costos de una crisis son acumulativos: una nueva cuarentena dispararía el cierre de pymes que quedaron al borde de la quiebra este año. También aceleraría la destrucción de empleo formal que este año se contuvo con prohibiciones de despidos y ayuda fiscal.
“Si hay segundo ola, habrá que perfeccionar el distanciamiento. En este contexto, apurar la distribución de una vacuna probadamente efectiva es primordial. No hay que perder de vista que, una vez adquirida, la distribución lleva tiempo, sobre todo teniendo en cuenta la baja capacidad de gestión de nuestro sector público, lo complicado de la administración de una segunda dosis o la confección de certificados de inmunidad en un país con un déficit de datos como la Argentina”, completó.
Después del pico de estrés cambiario de septiembre-octubre, al que reaccionó con una mezcla de ortodoxia y medida ad-hoc, el gobierno bajó la brecha cambiaria pero no solucionó el problema. “Emitir menos pasa por tener en 2021 un déficit fiscal menor al proyectado (4,2% del PBI) y colocar más deuda en lugar de emisión monetaria. Además, suponían aumento de tarifas, que ya patearon para marzo, lo que deja dudas sobre el cumplimiento. Si la pandemia obliga a cerrar, se vuelve a caer la recaudación, el problema fiscal se amplía y todo se complica: más brecha cambiaria, más inflación”, completó.
El camino de emisión a inflación puede no ser tan directo cuando el BCRA aplica “crawling peg” (deslizamiento del dólar), prosiguió el economista: “primero se pierden reservas y aumenta la brecha, y después va a inflación. Ya ocurrió y en 2021 puede ocurrir más rápido: este año el vendió USD 5.000 millones al mercado, en 2021 ya no tendrá cómo hacerlo”.
Según Artana, como están ya los números, el Gobierno tendrá en 2021 un déficit primario de USD 15.000 millones, que lo obligará a conseguir financiamiento por USD 9.000 millones “por arriba de lo que vence”, lo que significaría colocar unos USD 20.000 millones de deuda, incluyendo el mercado local. Cualquier cosa menos acaba en emisión monetaria, por eso, dice, “lo fiscal es tan importante; si te financiás al 3% no tenés ese problema, pero nosotros tenemos el color de cabeza inmediata: fragilidad fiscal”, que lleva rápido al riesgo de alta inflación.
Algo parecido planteó Esteban Domecq, director de la consultora Invecq.
“No es posible esperar que una cuarentena no tenga efectos sociales y problemas macroeconómicos serios si tu única fuente de financiamiento es la emisión monetaria; en un escenario así iríamos a un estadío socioeconómico mucho más complejo”, le señaló a Infobae. Otra cuarentena es “inviable”, dijo, porque “el descalabro monetario nos haría ir a un escenario de hiperinflación que trituraría ingresos y provocaría un alto grado de miseria en la población.
Carlos Rodríguez, ex rector de la Universidad del CEMA y ex jefe de asesores del exministro de Economía Roque Fernández, fue más drástico en sus apreciaciones, fiel a su estilo.
“La humanidad ha soportado la esclavitud por miles de años. En la Argentina ya no hay casi libertades, un poco menos no va hacer mucha diferencia. Ya no somos una economía de mercado, no se va a derrumbar más. Ya estamos en 45% de pobreza, diez puntos más no van hacer gran diferencia; si viene la hiperinflación la soportaremos a cupones y racionamiento”, dijo ante la consulta de Infobae. “En otras épocas dependíamos de una ayuda del FMI, pero ahora le debemos mucho dinero. Ya no hay línea de rescate, ahora le tenemos que pagar. Nunca había pasado eso. Estamos discutiendo que no nos echen, que no nos embarguen las exportaciones y las Fragatas, si es que tienen combustible. Estamos en manos de los economistas de la Cámpora. Ojalá pudiera ser más optimista”, dijo Rodríguez, para quien, sin embargo, no habría grandes diferencias en la economía real.
“No nos vamos a derrumbar; a partir de abril 2020 la economía cayó a pico, así que en el segundo trimestre de 2021 vamos a tener una recuperación estadística, en ‘V’, pero cortita, y después nos estancaremos de vuelta. Eso sí, hiperinflación no puede haber, porque no son estúpidos, antes meterán más impuestos a la riqueza, racionamiento, más control de cambios. La gente del BCRA entiende eso. Si no hay para pagar en pesos, darán cupones, patacones, algo”, expresó. “La Unión Soviética vivió de la emisión durante 70 años, y cuando no pudo más, dieron cupones. Todo el mundo tenía rublos con los que no podías comprar nada. De a poco te llevan ahí”.
El Gobierno, por de pronto, aspira a conseguir unos USD 5.000 millones de entes de crédito como el BID y la Corporación Andina de Fomento, pero la negociación más importante es la ya iniciada con el FMI. ¿Qué actitud podría tener el Fondo si la economía argentina debe afrontar el costo de otra cuarentena, de ayuda y mayor laxitud o más bien de rechazo al compromiso?
“Comprensión y asistencia técnica, pero difícilmente mayor laxitud”, afirmó Levy Yeyati. “Si el Gobierno no pide fondos frescos, encontrarán alguna narrativa que justifique un nuevo programa para pagar el anterior, como en 2003. Esto puede demorarse, pero el FMI entiende que, tal como está ahora, esa deuda es muy difícil de pagar, más aún si la crisis del Covid se prolonga. Para pedir fondos frescos, el gobierno tendrá que ofrecer alguna reforma concreta, y no queda claro si el presidente hoy tiene espacio para imponer reformas dentro de su propia coalición”.
“El FMI podría ser más laxo. Si mirás lo que dicen, entienden que no tenés que hacer un gran apretón fiscal. Hay líneas Covid por las que a la Argentina le podrían tocar USD 4.000 millones, por ahí se puede pedir eso. El FMI se equivoca un montón, pero el que negocia hoy no es el que negoció el anterior programa, evaluará y ajustará sus recomendaciones, pero en un programa de Facilidades Extendidas (como el que pretende Guzmán) tenés que tener reformas estructurales, querrán algo en en materia laboral o previsional. El mundo desarrollado no quiere tener otra Venezuela, pero dependerá de que nos dejemos ayudar”, dijo Artana respecto de lo que podría esperarse del principal acreedor de la Argentina.
Según Domecq, el Fondo va a ser laxo, por dos motivos: ya fracasaron sus últimos dos planes y en una pandemia global está obligado a una actitud más benévola con sus socios. “Lo que menos va a querer es ponerse duro. Tenemos todo para tener buena negociación: un punto intermedio, de laxitud con baja condicionalidad y extensión de plazos, que puede ayudar a despejar el horizonte financiero y jugar a favor en términos de expectativa, confianza de los mercados. Pero ese programa tiene que encauzar el déficit fiscal y cómo se va a ir financiando en 2021 y cómo se corregirá el esquema cambiario”. Según el economista, el esquema actual, de desdoblamiento con múltiples tipos de cambio, condena al BCRA, genera problemas de comercio exterior y generó una pérdida de reservas que es ya insostenible. “Hoy no tenés reservas para contener cualquier caída en la demanda de dinero, es muy riesgoso; el FMI es muy consciente de la necesidad de corregir el sistema cambiario, apuntando lo máximo posible a unificar el tipo de cambio, probablemente con alguna devaluación”.
La pandemia y la cuarentena en 2020, con todo lo costosas que fueron para la Economía, no generaron problemas socioeconómicos aún más graves que los actuales debido a la aplicación de medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE, para los sectores de menores recursos) y el ATP, que pagó parcialmente salarios para evitar un aumento vertical del desempleo. ¿En 2021, podría el gobierno reeditar programas así?
“Puede, en versión reducida, si encuentra financiamiento por fuera del BCRA. El equipo económico hace tiempo que hizo los números, advirtió que el gasto no era sostenible y pidió el recorte. El presupuesto asume reactivación y ajuste fiscal, es decir, una economía sin cuarentena ni ATP. Pero esta es una decisión política, a contrapelo del equipo económico, como lo fueron la fallida intervención de Vicentin, la ley de movilidad, el impuesto a la riqueza, la prolongación del congelamiento de tarifas o la versión final del presupuesto nacional. La pregunta relevante, entonces, también es política. ¿Puede Economía convencer al presidente, puede el presidente a su vez convencer al kirchnerismo de que no hay fondos para sostener una economía parada sin arriesgar un agravamiento de la crisis financiera?”, fue la respuesta de Levy Yeyati.
Domecq cree que hay lugar para “poco y nada” de ayudas de ese tipo, porque una economía sobremonetizada haría crujir el sistema cambiario. Incluso sin año pandémico y sin cuarentena, dice, la probabilidad de éxito de la actual política económica es muy baja y podría no sostenerse el actual esquema cambiario.
La Argentina, dice Domecq, viene de una caída del PBI per cápita del 21,5% en los últimos diez años, superior a la caída del 20% en cuatros años entre 1998 y 2002, pero ahora la dinámica es diferente, porque hay inflación estructural. Sólo durante la primera Guerra Mundial, cuando el PBI per cápita argentino cayó 28% en cinco años, la economía argentina registró un período de peor desempeño.
No obstante, destacó la alta disparidad al interior de la economía, con rubros como gastronomía y hotelería, donde la actividad cayó 47% en 9 meses, y otros como eventos, salones, peluquería, espectáculos, convenciones, donde la caída fue similar, otros como siderurgia y automotriz, con caídas del 30%, pero también rubros como química, laboratorios y alimentación que se mantuvieron activos y otros como la venta de bicicletas, colchones, muebles, veterinaria, maquinaria agrícola y ventas por internet, que prosperaron.
“Con la cuarentena obligatoria más larga del mundo, hemos fracasado. Imposible sostener otra cuarentena y absolutamente imposible sostener al sector en 2021 sin asistencia del Estado”, dijo Aldo Elías, titular de la Cámara Argentina de Turismo, ante la consulta de Infobae. “Somos un sector que da trabajo a 1,3 millones de personas, genera ingreso de divisas e inversiones, pero estamos en un escenario siniestro, y mucho más en la Argentina, el segundo país del mundo en presión impositiva, y con una economía devastada”, señaló.
Un veterano economista de gobiernos peronistas que pidió reserva de identidad, en tanto, destacó que la caída de 2020 puede estar subestimada por el hecho de que sectores enteros de la administración pública, como docentes y otros, siguieron figurando en los cálculos por el pago de salarios que –a diferencia de lo que asumen las Cuentas Nacionales– no tuvieron contrapartida de valor. El mismo problema, dijo, se presentó en muchas empresas privadas que debieron mantener personal sin trabajar, perdiendo productividad y aumentando costos hasta el límite de sus posibilidades.
Por todo eso, dijo, “objetivamente retornar a un cierre es absolutamente inviable; con 50% de pobreza, ¿de qué vivirían los albañiles, los jardineros, la gente que hace changas? El sistema capitalista redistribuye a través de los salarios, pero si 40% de la gente no recibe salarios, volver a la cuarentena es inviable”. La cuestión debe plantearse de modo distinto señaló, con más énfasis en la concientización, el cuidado y los métodos de tratamiento.
“El desafío trasciende los infectólogos”, dijo el veterano: es necesario crear un clima nacional de lucha contra la enfermedad, pero con un enfoque multidisciplinario y reconociendo la complejidad del desafío. “El dominio de los infectólogos ha sido trágico, ninguna sociedad funciona con los consejos de especialistas”, señaló. “No recaigamos en la iatrogenia: cuando un remedio, en vez de curar, enferma más al paciente”.