Jonatan Barrera, un docente de Bariloche recorrió ese largo camino para ver a sus familiares de Chaco, a quienes no veía desde hacía un año. Esfuerzo, perseverancia, mucho entrenamiento y una recepción emotiva al final del viaje.
Un profesor de matemáticas de Bariloche recorrió 2.800 kilómetros en bicicleta para reencontrarse con su familia en El Chaco después de un año largo de pandemia. La travesía tomó tres semanas y Jonatan Barrera jamás imaginó que en el ingreso a su pueblo lo estarían esperando sus familiares, vecinos que lo saludaban y lloraban y, la autobomba de los Bomberos que lo llevó a recorrer cual héroe.
Jonatan nació en Buenos Aires pero su adolescencia transcurrió en Las Breñas, a 257 kilómetros de Resistencia. Cinco años atrás, tomó la decisión de establecerse en Lago Puelo, luego se radicó El Bolsón y el destino final fue Bariloche donde trabaja como profesor en tres colegios secundarios.
“Dos años atrás, se me cruzó la idea de viajar a mi pueblo en bicicleta y nunca se me fue de la cabeza. Se transformó en un sueño que no pude concretar por lesiones consecutivas en el pie izquierdo”, contó a RÍO NEGRO.
Reconoció que la pandemia acentuó la necesidad de viajar para ver a su familia. “Me hizo reflexionar mucho sobre el tiempo que le dedicamos y pese a que tuve dudas acerca de si podría verlos o no, puse empeño en cumplir mi sueño”, dijo.
A partir de agosto, comenzó a entrenar sin descanso. Acumuló kilómetros hasta el lago Gutiérrez, poco después, Mascardi y llegó hasta El Bolsón. Hacía diferentes circuitos con la bicicleta a cuestas.
Diario de viaje
El 19 de diciembre a las 5.30 decidió dejar Bariloche hacia Chaco donde llegó el 9 de enero, pasadas las 19.
“Es una ruta que hice muchas veces en vehículo pero nunca en bici. La planifiqué mucho. Arrancaba a las 4 bien temprano para estar a las 5 en la ruta. Dejaba los horarios de más calor para descansar. Más al norte, la temperatura estaba por encima de los 34 grados”, contó este profesor de 29 años.
Reconoció que, en auto, siempre circula con cierto apuro con el objetivo de llegar a destino. La bicicleta, en cambio, le permitió detenerse y visitar decenas de lugares, especialmente en el litoral.
“En Entre Ríos y en Corrientes, me demoró bastante el río Paraná. Me atraía mucho la costanera, me metía al agua. Disfruto el paisaje en gran medida, los aromas de las plantas y los animales. Me siento libre en la bici”, resumió.
Para el viaje, usó su bicicleta mountain bike rodado 29 que tiene desde hace más de 5 años. Le sumó un portaequipaje trasero y otro delantero porque llevó carpa, bolsa de dormir, alimentos, ropa, elementos de higiene personal y herramientas en caso de que tuviera algún inconveniente. “Se hizo una bici bastante pesada”, reconoció.
Señaló que, durante el viaje, conoció a muchísimas personas que le consultaban si tenía a dónde dormir.
“En un primer momento, me costaba aceptar la hospitalidad pero poco a poco, empecé a aceptarlo y conocí mucha gente linda”, expresó.
El tramo más complejo del viaje, admitió, fue la Ruta del Desierto, con los 205 kilómetros. “Me tocaron dos días de mucho calor, muy seco. El sol me lastimaba la piel, los labios. Sufrí muchas pinchaduras en la bici y me deshidraté. Pasé la Navidad en esta ruta. Sabía que era la etapa más dura de mi viaje y que si la pasaba, ya estaba”, precisó.
La familia de Jonatan supo de la travesía en bicicleta recién a los 500 kilómetros del comienzo del viaje.
“No les gusta mucho que ande en bicicleta. Se preocupan. Pero era un sueño para mí. En el viaje, me di cuenta que tanto el tiempo como la distancia son relativos”, indicó.