Boca se consagró campeón del Torneo de la Liga en una definición antológica: el Xeneize empató 2-2 con Independiente en la Bombonera, pero la agónica victoria de River ante Racing por 2 a 1 en el Cilindro de Avellaneda le permitió superar a la Academia y festejar con su gente.
Con los dirigidos por Hugo Ibarra un punto arriba de los pupilos de Fernando Gago, los cálculos para la última fecha, que tenía el morbo agregado de que Racing dependía de Independiente, y Boca, en caso de tropezar, necesitaba una mano de River, eran claros.
Si el Xeneize vencía al Rojo, se coronaba, mientras que si la Academia caía ante el Millonario quedaba indefectiblemente sin chancer de pelear por el título. Además, si Racing ganaba, necesitaba un traspié de Boca en casa, en tanto el único escenario con partido final implicaba una derrota del líder y un empate del escolta.
Después de muchísimas especulaciones -que Independiente iba a salir a perder, que River iba a entregar los puntos-, todas desmentidas por los propios protagonistas, llegó la definición, pautada para las cinco de la tarde de este domingo 23 de octubre.
El primero en golpear fue Independiente, pero al toque Boca empató el encuentro. Apenas iniciada la segunda mitad, el conjunto de Ibarra se puso al frente y todo parecía definirse. Casi en simultáneo, Racing festejaba y quedaba expectante.
Los marcadores parecían quedar inertes y Boca, con ventaja tras el trabajado triunfo en La Plata, se encaminaba al título. Y ahí, en el mismo instante, River e Independiente anotaron y le dieron una vuelta de tuerca al asunto.
El resultado de la Bombonera no se movió, pero la Academia tuvo una chance única para pasar a liderar el certamen: se encontró con un penal a los 89 minutos, pero Franco Armani se hizo gigante ante Jonathan Galván y generó los festejos xeneizes a unos kilómetros (antes, con los goles ajenos se habían producido situaciones similares en los dos estadios).
Ya en tiempo de descuento, Miguel Borja marcó su segundo gol, enterró las ilusiones académicas, hizo delirar al rival de toda la vida y redondeó, después de noventa minutos frenéticos, una de las mejores definiciones en la historia del fútbol argentino.