El mayor desafío para recuperar al mamut o cualquier otro animal extinto es obtener el ADN intacto; lo único que se ha conseguido hasta ahora son cromosomas del mamut siberiano, pero no se sabe cómo se organizaron.
Los mamuts desaparecieron hace 10.000 años, pero es posible que vuelvan a caminar sobre la Tierra antes de que termine esta década. El avance de la genómica promete resucitar especies muertas y resucitar animales extintos o producir criaturas similares a ellos. También plantea preocupaciones éticas sobre si los mismos métodos podrían usarse en humanos.
Hasta hace poco restringida a la ciencia ficción, la llamada “desextinción” tomó forma con avances recientes, como la reconstrucción de cromosomas de un mamut (Mammuthus primigenius) que murió hace 52.000 años en Siberia, anunciada en julio en la prestigiosa revista Cell. Luego, una empresa de biotecnología estadounidense llamada Colossal Biosciences prometió que las primeras crías de mamut regresarán al mundo en 2028.
Probablemente, dicen los científicos, la primera criatura que podría surgir de un proyecto de este tipo no será precisamente un mamut. Será un híbrido, con mucho elefante y poco mamut, creado a partir de una combinación de biología sintética, bioinformática y técnicas de clonación. Un ser de carne y hueso, pero tan natural como un programa de inteligencia artificial.
En humanos, por ahora, lo más cerca que hemos estado es de secuenciar los genomas de homínidos extintos. El primero fue el del Hombre de Neandertal, en 2010, secuenciado por un equipo liderado por el Premio Nobel de Medicina sueco Svante Paabo, director del Departamento de Biología Evolutiva del Instituto Max Planck, en Alemania. El mismo Paabo secuenció posteriormente, en 2019, el genoma del denisovano, otro pariente humano extinto, que habitó Asia, hace entre 30.000 y 50.000 años. El sueco Paabo ganó el Premio Nobel de Medicina precisamente por sus estudios con los genomas de homínidos extintos.
Volviendo a los animales, además del mamut lanudo, Colossal Biosciences tiene planes para recrear el tigre de Tasmania o tilacino (Thylacinus cynocephalus), extinto en 1936, exterminado por cazadores; y el dodo (Raphus cucullatus). Este último era un ave regordeta y no voladora procedente de las Islas Mauricio, que fue cazada hasta desaparecer por completo en 1681. Tal fue la persecución que el dodo acabó convirtiéndose en el principal símbolo de extinción provocada por el hombre.
Otra iniciativa pretende resucitar el uro (Bos primigenius), el antepasado de la vaca doméstica, que también fue extinguido por la caza. El último murió en 1627, en Polonia. El proyecto de la Fundación Taurus consiste en utilizar el genoma de razas bovinas del sur de Europa para reconstituir el ADN de los uros, inmortalizados en las pinturas rupestres de Lascaux.
El director ejecutivo de Colossal Biosciences, Ben Lamm, dijo a WordsSideKick.com que los científicos están “más cerca de lo que la gente cree” de revivir especies extintas. Lamm garantiza que la empresa tiene previsto ver nacer las primeras crías de mamut en 2028, pero añade que es “muy probable que otra especie extinta vuelva a la vida antes que el mamut”.
Con el mamut, la idea es insertar genes esenciales en el genoma de un elefante asiático (Elephas maximus), el animal vivo más parecido al peludo paquidermo de la Edad del Hielo. Los genes esenciales en este caso son los asociados a características exclusivas del mamut, como el pelaje exuberante y despeinado, los colmillos largos y curvos, la gran cantidad de grasa y la cabeza en forma de cúpula. El problema con el plan es que el genoma del mamut es en gran medida misterioso y estos genes específicos aún no se conocen, dice Love Dalén, paleontóloga y profesora de genética evolutiva en la Universidad de Estocolmo en Suecia.
Dalén, que es asesor de Colossal, es también la persona más indicada en el mundo para hablar de la intimidad genética de los mamuts, ya que lidera el grupo que está cerca de secuenciar el genoma de la especie, a partir de ADN recogido de una serie de cuerpos congelados. Reconoce que es poco probable que se encuentre un mamut idéntico a los que vagaron por la Tierra durante la Edad del Hielo, sobre todo porque nadie sabe cómo eran realmente estos animales. Colossal compró más de 60 muestras parciales de ADN de diferentes mamuts para acercarse lo más posible. Aún así, no será fácil. Pero una vez que los genes sean identificados y reconstituidos mediante bioinformática, serán sintetizados y utilizados para editar el genoma de un elefante.
Mediante técnicas de clonación sería posible producir un embrión híbrido. Este se implantará en una madre sustituta, que podría ser un elefante asiático o africano. Recuperar especies extintas lleva al límite la exploración de las fronteras de la genómica, con posibles ramificaciones en áreas tan diversas como la medicina y la producción de alimentos. Desde hace años se utilizan en la investigación médica ratones “humanizados”, cuyo sistema inmunológico ha sido inactivado para que porten genes humanos sin rechazo y sin manifestar signos clínicos de enfermedades que se desean investigar.
Debates éticos y ambientales
Sin embargo, la extinción abre debates éticos y medioambientales, ya que el mundo en el que vivían estas criaturas no existe más. Son muchos los científicos que advierten del riesgo de desequilibrios y de que la desextinción sea más una demostración de poder tecnológico que una iniciativa de conservación. La unanimidad entre los científicos es que mejor que recuperar especies perdidas es no permitir que las actuales se extingan.
Durante más de dos décadas se ha intentado resucitar especies muertas. Y, en 2003, esto fue posible. Durante solo siete minutos, una especie extinta volvió a la vida. Era un clon de una hembra de cabra montés de los Pirineos llamada Celia. El clon de la cabra salvaje murió debido a graves defectos pulmonares. Célia, la última de su especie, exhaló su último aliento en el año 2000, víctima de un desprendimiento de tierra en los Pirineos españoles. El clon fue creado a partir de sus fibroblastos (células de la piel), cuyo ADN se insertó en el óvulo de una cabra común. Los científicos españoles hicieron 57 intentos fallidos antes de llegar al clon. El proyecto terminó abandonado. Clonar a Celia fue un movimiento audaz, pero mucho menos desafiante que revivir al mamut, el tilacino y el dodo porque sus muestras de ADN estaban intactas. Con animales que llevan más tiempo extintos, la cosa cambia. El ADN se degrada fácilmente y sin él no existe una receta para recuperar a ninguna criatura.
El genetista Mariano Zalis, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), explica que el mayor desafío para recuperar al mamut o a cualquier otro animal extinto es obtener ADN intacto. Lo único que se ha obtenido hasta el momento son cromosomas del mamut siberiano, pero no se sabe cómo estaban organizados.
“Los genes constituyen solo alrededor del 1% del genoma. El resto del ADN tiene funciones importantes, como proteger genes, pero no se sabe todo. Es un rompecabezas con miles de millones de pares de bases y literalmente no se sabe en qué animal se convertirá, porque nadie ha examinado nunca un mamut vivo”, destaca Zalis.
Dice que la secuenciación es la parte fácil, el problema es descifrar lo que significa la información genética. Hoy en día se puede secuenciar un genoma humano en unas pocas horas, pero esto es posible porque tiene una base de ADN intacta. Zalis dice que las herramientas bioinformáticas ayudan a encontrar funciones, pero es un trabajo de proporciones gigantescas. “Es necesario comprender toda la geografía del genoma. Es algo extremadamente complejo” enfatiza.
En consecuencia. tanto el dodo como el tilacino tienen más posibilidades para salir adelante. El genoma del dodo está secuenciado casi en su totalidad y no fue necesario “reconstruir” tantas partes como se está haciendo con el mamut. El tilacino, un marsupial con apariencia de perro y pintado como un tigre, se extinguió hace menos de 100 años y sus muestras genéticas son de mejor calidad.