En su discurso, Bolsonaro autorizó la participación de las Fuerzas Armadas para controlar los focos ígneos y asegurar el cumplimiento de normas de control, a la vez que rechazó que terceros países tomen la catástrofe ambienta como "pretexto" para imponer sanciones comerciales a su país.
La reacciones se hicieron oír en todo Brasil: en San Pablo, la ciudad más grande del país, se escucharon cacerolazos en barrios de clase baja y media, como Santa Cecilia, Consolacao, Vila Madalena, en un barrio rico como Higienópolis y en las dos favelas más grandes de la metrópoli, Heliópolis y Paraisópolis.
En Río de Janeiro, los cacerolazos se concentraron en la zona sur y en la zona oeste, sobre todo en Barra de Tijuca, el barrio de clase alta donde vive el jefe del Estado.
"Cacerolazos se registraron con fuerza", tituló la TV Bahía, en Salvador y en el estado de Bahía, gobernado por el opositor Partido de los Trabajadores, así como en ciudades del nordeste como Fortaleza, Natal, Joao Pessoa, Recife y Maceió.
Los cacerolazos también fueron reportados en el Asa Norte de la capital federal, Brasilia, y en Belo Horizonte.
Estos son los primeros cacerolazos contra Bolsonaro desde los que se registraron en Brasil en 2013, para repudiar a la entonces presidenta Dilma Rousseff, destituida en 2016.