Alejandro Palazzo, de 58 años, decidió recorrer el camino inverso al de sus abuelos.
El viñatero mendocino Alejandro Palazzo confesó públicamente que ya no tiene fuerzas para seguir produciendo en la finca de 21 hectáreas que fundaron sus abuelos y se a va a vivir a Italia.
La historia de Alejandro Palazzo podría inscribirse en la de los argentinos que vienen de los barcos, según dijo esta semana el presidente Alberto Fernández, en una frase que levantó polvareda internacional.
Pero este nieto de inmigrantes italianos lo que levantó fue su producción vitivinícola en San Martín, a 100 kilómetros de Mendoza, y una polvareda en redes sociales, donde anunció que vendió sus viñedos por leña y se va a vivir a Italia en busca de una nueva vida.
Buscará desandar el recorrido de su familia, cruzando en avión y en sentido inverso el Oceáno Atlántico, como nunca hizo en sus 58 años. Pero tiene similar expectativa que la de sus antepasados que escaparon del hambre, y ya tiene acordado con su “desconocida” prima Bruna que el 15 de septiembre partirá hacia Alfiano Natta, un pueblo de 800 habitantes entre Turín y Milán.
Pietro y Severina, los abuelos piamonteses de Palazzo, llegaron a Mendoza a principios del siglo pasado y con mucho esfuerzo cultivaron la tierra. A partir de 21 hectáreas, armaron una pequeña bodega que se sostuvo por tres generaciones.
“Soy un ex vitivinicultor descendiente de inmigrantes italianos, que llegaron con muchas ganas de trabajar y sueños que cumplir. Así como tantos otros inmigrantes hicieron de esta provincia desértica un oasis”, se definió Alejandro en un posteo en Facebook.
Contó que continuó el legado que heredó de su padre, hasta que se quedó sin fuerzas anímicas para sostener el esfuerzo productivo. “Estoy cansado de lucharla. Los números no cierran por más empeño que uno le ponga. Con la inflación que hay, luego de meses de inversiones a la intemperie entre heladas y granizos cobramos la cosecha en pesos y no alcanza para cubrir los insumos dolarizados”, explicó.
Y en una confesión descarnada, dijo: “Hoy no me queda más que hincarme a la par de mis cepas, y derramando lágrimas, decirles gracias y perdón. Con mucha tristeza y lágrimas en mis ojos, me veo obligado a hacer de mi viña, leña. Ahí van nuestros sueños, esfuerzo y alegrías, de cuando podíamos cosechar, sorteando la suerte de la naturaleza (heladas y granizo) y políticas que acompañaban al pequeño y mediano productor, lo cual nos permitía vivir del suelo con nuestra gente, dignamente, brindando por el próximo año”.
Palazzo había recibido un golpe fuerte hace 5 años, cuando el incendio de una finca vecina le diezmó la mitad de sus espalderos de uvas finas, y en la misma época se divorció. Trató de seguir adelante, pero terminó muy decepcionado por “un Estado ausente”, ya que tras el siniestro sólo le dieron algunas bolsas de fertilizante.
“Llevamos muchos años en que no hay una política agropecuaria. La industria vitivinícola atraviesa años de inestabilidad. Y no hay que echarle la culpa a un gobierno en particular”, analizó sin rencores.
La búsqueda de nuevos horizontes no lo desconectará de su terruño. A la finca la dejará al cuidado de la familia de caseros fieles que lo acompañaron en su odisea de producir en el país.
Mal de muchos
Este caso personal se enmarca en datos sociológicos inquietantes. En medio de la crisis económica que se arrastra desde hace varios años, la desesperanza de muchos argentinos ha llegado a un punto en el que 6 de cada 10 se irían del país, según una encuesta de la consultora Taquion. Y ese porcentaje inédito aumenta entre los jóvenes a muy cerca del total: entre 8 y 9 de cada 10.
“Hermano, con tristeza veo tu realidad, que es la muchos”, dijo Eva. “Es imposible seguir con los viñedos yo también los vendí por leña”, se lamentó Raúl. “La verdad que da mucha tristeza, tener que tirar el esfuerzo de toda una vida y generaciones”, reflejó Gustavo. Y deseó: “Ojalá todo esto se revierta para el bien de todos: trabajadores y productores”.
Ramón compartió la catarsis con Alejandro: “Como no voy a entenderte. Te conozco de toda una vida. Pasaste tu vida trabajando la tierra y con honestidad. Lamentablemente no creo que esto mejore, a pesar de ser optimista. Cada década es peor que la anterior. El productor quedó solo desamparado”.
En tanto, Nicolás sumó su sentir: “Cuánto siento lo que te pasa. Realmente es muy triste”. Al igual que Daniel: “Yo tránsito estos lugares de la zona este de Mendoza y me dan ganas de llorar. De una parcela se cosechaban millones de kilos de uvas para vinificar, y otro tanto para pasa y consumo en fresco. La gente trabajando, contentos porque el esfuerzo valía la pena...”