Belén Tejerina sufrió de bebé un accidente doméstico que la marcó de por vida. Vive en Salta, sueña con ser modelo profesional y recibirse de profesora de educación física para deportes adaptados.
Antes de apilar cuatro sillas de plástico en uno de los rincones de la casa, Mirta Corvalán utiliza un trapo húmero para quitarle el polvo a cada una de ellas. Lo mismo hace con el mantel que cubre la mesa principal de la casa, mientras trepados a su pantalón tres perros exigen ser atendidos.
A sus espaldas, Belén Tejerina, su nieta, criada por ella desde bebé, sostiene una toalla mientras busca en la heladera la última botella de agua fresca. “¿Ya te vas a bañar, hija? ¿Querés un té?”, pregunta Mirta. “Sí, mami, me voy a bañar así no se me hace tarde. No quiero merendar nada”, responde Belén.
El reloj indica que apenas pasaron 20 minutos de las 17. La joven salteña de 22 años se apura para no demorar su salida hacia el colegio. “Es muy especial para mí. Es mi hija, no es mi nieta, es mía. Hasta yo no puedo creer los logros que tiene. Su lucha. Estoy depresiva y me saca adelante. ¿Cómo voy a ponerme mal si ella la lucha en el estado en el que está?”, dice su abuela, entre lágrimas, a TN.
Su historia fue reflejada por este medio el 31 de octubre de 2021. Belén tenía siete meses cuando mordió un cable de alta tensión que le provocó quemaduras en el 88% de su cuerpo. Ocurrió durante la noche del 17 de diciembre del 2000. Esa madrugada, un avión sanitario la trasladó desde Salta, su provincia natal, en la que aún reside, para ser atendida en el Hospital Garrahan
“Hemos luchado mucho, a cada santo le debo una vela. Le pedí a los médicos que la salvaran. Ella murió, estaba muerta. Los médicos me habían dicho que había que esperar, pero le habíamos avisado a nuestros hijos que prepararan la casa en Salta para poder velarla”, recuerda Mirta.
Ambas evitan relatar los detalles de aquella noche, aunque Belén aclara: “No me cuesta hablar de lo que pasó. Tuve un accidente cuando tenía siete meses, me dijeron que me agarró la corriente. También me contaron que tuve muchas operaciones y sufrí nueve paros cardiorrespiratorios. Que cuando era chiquita estaba toda vendada”.
Tras permanecer varias horas intubada y sin respirar por sus propios medios, el 18 de diciembre de aquel año Belén volvió a dar señales de vida. Los médicos, sin embargo, no fueron auspiciosos en cuanto a su futuro. “Pensaron que iba a quedar vegetativa porque su cerebro estuvo muchas horas sin recibir oxígeno. Había inhalado mucho humo, daba mucha impresión verla”, cuenta Mirta.
“Me levanto a las 6 para ir a trabajar. Entro a las 8, pero me levanto a las 6 por los colectivos. Como a esa hora va mucha gente a trabajar y los chicos al colegio, a veces siguen de largo. O pasan llenos. Salgo a las 14, vengo para casa, almuerzo y entro al gimnasio a las 16. Me quedo hasta las 17.15 o 17.30. Regreso a casa, me baño y voy al colegio a eso de las 18.15. Entro a las 19 y me quedo hasta las 23.15. Llego a casa cerca de la 1 de la mañana″, relata Belén.
Su rutina se repite de lunes a viernes con una pequeña alteración: los martes se dirige a un centro de estética en el cual alimenta su deseo de dedicarse al modelaje profesional. El ejercicio físico que no realiza ese día lo recupera con una clase extra que realiza los sábados por la mañana.
“Soy modelo publicitaria. Nos cuidan la piel, el pelo, nos colocan electrodos. Después ya para lo que es modelaje nos hacen hacer fotos y desfilar por la pasarela”, dice Belén.
Belén trabaja en el área de Deportes de la Municipalidad de Salta. “Soy secretaria administrativa: llevo papeles, hago informes, saco fotocopias. Si no tengo nada que hacer, me dejan hacer la tarea del colegio”, explica.
Mirta agrega: “A veces le digo: ‘Hijita, ¿no estás cansada? Andá dos veces por semana al gimnasio nada más’. Ella me responde: ‘No, mami, ¿cómo voy a faltar al gimnasio?”. Los médicos dicen que la deje, que ella lo necesita para estirar la piel y no engordar por su estado”.
La situación médica de Belén se complicó en los últimos meses. Después de 18 intervenciones quirúrgicas (todas para reconstruir su cuerpo), Mirta cuenta que desde el Garrahan le indicaron que ya no es posible volver a operarla: “Ya no vamos a volver a Buenos Aires. Aún no le pude decir nada de todo esto, pero ella es pícara y sabe todo”.
A Belén le confeccionan un casco especial para proteger su cabeza, dado que sobre las meninges (telas que cubren el cerebro) solo posee una capa ínfima de piel. Durante aquel accidente en el cuarto que compartía junto a sus hermanos, la estudiante también también perdió su brazo izquierdo. “El casco es para evitar los golpes. No me molesta, me siento bien”, detalla Belén.
“En las últimas operaciones ni le agarraba la morfina. Una cosa es lo que cuento y otra muy distinta fue vivirlo. Nosotras estamos solas, no tenemos a nadie que nos ponga los hombros. Mis hijos están lejos, y tampoco lo hacen porque cada uno tiene su familia. Estamos solas”, remarca Mirta.
Es justamente la mujer quien evita quebrarse ante la presencia de Belén: Mirta sostiene que su máximo temor es quedarse sola: “Cuando superó el accidente me dijeron que iba a vivir siete años. Después que posiblemente no supere los 14. Ahora tiene 22, pero ya no se puede hacer más nada. Y es muy triste pensarlo”.
Su abuela reclama que el Gobierno de Salta le permita acceder a una casa: “Estamos en una vivienda prefabricada en el fondo de un terreno. Ella merece vivir en mejores condiciones”. Mirta también recalcó que su nieta “precisa un maestro integrador para estudiar, necesita reducir materias. No es un caso normal. Después le exigen trabajos y la aplazan”.
Por qué Belén no volverá a ser atendida en el Hospital Garrahan
La doctora Mabel Villasboas, jefa de la Unidad de Quemados del Garrahan, confirmó en diálogo con TN que Belén ya no podrá ser atendida por el equipo médico del hospital.
“Nosotros atendemos hasta los 15 años cumplidos. A todos los chicos que superaran esa edad los seguimos recibiendo, pero en una etapa de transición. Vamos trabajando con ellos hasta que se convierten en adultos”, explica la médica pediatra.
“Ella vino en pandemia, la atendimos, hasta le hicimos certificados para que se quede en el hotel todo el tiempo que sea necesario. La volvieron a ver los cirujanos nuevos, porque muchos que la atendieron cuando era bebé ya no están”, agrega Villasboas.
“Ella se quemó los huesos del cráneo. Los cirujanos sacaron todo eso y sobre el cerebro se injertó piel. Ya no se puede volver a abrir. Su cráneo no tiene hueso, el cerebro está protegido por las meninges y la piel reconstruida”, detalla.