Zacariaz no murió en un lugar recóndito, ni aislado. Murió apenas a unas cuantas cuadras de la Casa Rosada. Su cuerpo fue encontrado en la calle Perú, entre Belgrano y Venezuela, en pleno centro de la ciudad más rica de la Argentina.
El aumento de la pobreza y la indigencia arrojó familias enteras a la calle al mismo tiempo que se fueron vaciando paulatinamente la mayor parte de los programas de asistencia a las poblaciones más vulnerables.
Los paradores en la Ciudad funcionan sólo de noche y cada día los cientos de indigentes que pueblan las calles de Buenos Aires deben hacer cola para poder asegurarse un lugar donde pasar la noche. No siempre tienen cama asegurada. Además las familias son separadas, mujeres y niños por un lado, hombre por otro.
El próximo 20 de julio las organizaciones de la sociedad civil que asisten a las personas en situación de calle lanzarán un nuevo censo para saber cuántas personas viven a la intemperie en la actualidad en la Ciudad de Buenos Aires. El año pasado relevaron 6300, mientras que el Gobierno porteño apenas reconoció a poco más mil.
Horacio Cecchi en Página/12 advirtió que "por primera vez en vaya a saber cuántos años Zacariaz tuvo techo provisto por el Estado: una carpa policial para cubrir su cadáver de la mirada de la sociedad. No vaya a ser que Zacariaz moleste incluso después de muerto (...) Lo mataron las políticas de hambre y ninguneo de un Estado que sólo le procuró una carpa policial y una bolsa de nylon para que no lo vieran ni siquiera muerto".