Emigrar en familia: generaciones de argentinos deciden irse del país en grupo

Abuelos, padres e hijos dejan la Argentina y comienzan una nueva vida en otros horizontes, en compañía de sus afectos.

Actualmente, la Argentina transita una ola de emigración que muchos comparan con la vivida en el 2001. Miles de argentinos desencantados de las idas y vueltas de la política, angustiados por la inseguridad que acapara las calles, una economía que no despega, la incertidumbre por el futuro y la íntima convicción de que “en otro lado se vive mejor” son los motores que los impulsan a radicarse en otras latitudes.

Muchos confiesan que el sentimiento de desarraigo no es sencillo de tolerar. Dejar atrás a los seres queridos y perder las costumbres es la parte más difícil de la decisión. Pero están aquellos que no lo harán solos, que en grupo encontraron la manera de sortear este obstáculo. Enfrentarán su destino en nuevas tierras en compañía de los que aman, convencidos de que el hogar está donde se encuentre el corazón.

Cuando Cecilia (36) y su marido tomaron finalmente la decisión, nunca imaginaron que sus padres los seguirían. Aún recuerda el día del anuncio. “Fue tremendo. Por la pandemia, mis papás habían estado encerrados en el departamento desde marzo a octubre, tenían mucho miedo”, explica Cecilia, y agrega: “No les podía contar por teléfono ‘me voy a vivir a España’. Por eso, cuando nos juntamos a comer un asado, les dijimos. Se armó un escándalo. Mi mamá se puso a llorar y para colmo mi hermana dice que ella también tenía pensado irse en algún momento”.

“Ahí, mamá lo miró a papá y le dijo: ‘Yo acá no me quedo ¡Yo también me voy!’”, la escena arranca una sonrisa en los labios de Cecilia mientras recuerda cómo invitó a sus padres para que se sumen a la hazaña: “A nosotros nos encantaría que vengan, que podamos emprender algo todos juntos. Si uno sobrevive en la Argentina, va a poder hacerlo en cualquier lugar”, cuenta. En la Argentina, el joven matrimonio tenía dos locales de venta de zapatos en zona norte que, con las restricciones de la cuarentena, “solo acumulaban deudas”.

“Mi papá, con todos los miedos de la edad, por ya tener una vida formada en el país, dijo ‘no, yo no me voy’. A los tres días, mamá lo convenció y dijo ‘bueno, nos vamos todos’, y nos siguió”, cuenta Cecilia, y detalla que ahora sus padres y su hermana están con todos los preparativos, mientras ellos ya se instalaron en Málaga, esperando la llegada del resto de la familia.

El destino elegido por Cecilia y su familia extendida fue Málaga (España). “Elegimos España porque pensamos que iba a ser un cambio, pero no tan grande. Particularmente Málaga porque hay posibilidad de trabajo, montañas y mar”, cuenta Cecilia, y agrega que su marido montará un emprendimiento de marketing digital, que tiene mucha salida allí.

Muchos confiesan que el sentimiento de desarraigo no es sencillo de tolerar. Dejar atrás a los seres queridos y perder las costumbres es la parte más difícil de la decisión.

 

Isabel (72), vicedirectora jubilada de un colegio y mamá de Cecilia, está conforme con la decisión que tomaron junto a su marido. Explica que no lo hicieron solo por la partida de sus hijas, sino también por sentirse “decepcionados del rumbo del país”.

“La idea es seguir a los afectos y vivir más tranquilos”, cuenta Isabel, que siente que en el país no solo teme por la inseguridad física sino también jurídica. “Las cosas acá no son claras”, dice, y en Málaga espera encontrar “estabilidad y tranquilidad”.

Como un capricho del destino, el padre de Cecilia llegó a la Argentina siendo muy pequeño junto a sus bisabuelos en busca de un futuro mejor y ahora la historia se repite, pero al revés.

Otra familia que planea emigrar como grupo a Málaga es la de María (34), que prefiere reservar su apellido por cuestiones laborales. Ella se dedica a la organización de eventos y su marido tiene una distribuidora de alimentos y bebidas en el conurbano bonaerense. Viajarán a Málaga en febrero y por el momento están “cerrando su historia acá”. En ciudad española los esperan los abuelos paternos de los chicos que partieron hace nueve meses a hacer punta de lanza donde comenzará su nueva vida. “Ahora estoy convenciendo a mi papá para que también venga con nosotros”, cuenta.

No estamos huyendo de nada”, resalta María, y cuenta que no fue un tema económico el que los motivó a tomar la decisión, sino “la incertidumbre del país y el temor a la inseguridad”.

“Afuera vemos que si invertís y trabajas sabes que todo va a estar bien”, explica. En la Costa del Sol el matrimonio se radicará como inversionistas y desarrollará un emprendimiento. Con miras al futuro también piensan en sus hijos: “Queremos que nuestros hijos sean libres en un lugar seguro. No queremos el día de mañana con mi marido tener temor cuando quieran salir”, dice.

Vista de Málaga desde el nuevo hogar de Cecilia.

 

Similar es la historia de Paola Gordon (35), odontóloga que junto a su marido y sus dos hijos se mudaron en agosto del año pasado a Kiryat Motzkin, en Krayot, al noroeste de Israel, y ahora están preparando un dormitorio de la casa para recibir a sus suegros, que llegarán en los próximos meses para instalarse con ellos, y no descarta la posibilidad de que sus padres también tomen la decisión de mudarse allá. A su vez, su cuñada y su familia también optaron por emigrar al país hebreo. “Ellos se animaron una vez que nosotros nos vinimos para acá”, dice.

Paola y su familia en el aeropuerto de Israel.

 

Paola era oriunda de la Capital, en el barrio de Villa Crespo, y recuerda que los últimos tiempos en la Argentina se les hizo cuesta arriba. “Era remarla en dulce de leche. Nos alcanzaba con lo justo. Mi marido estaba empezando a tener problemas en el trabajo. Nos mirábamos y pensábamos en irnos, aunque también teníamos miedo por la situación de Israel, con el tema de la guerra”, cuenta.

Paola dice que Israel los recibió con los brazos abiertos. “El Estado te ayuda mucho por ser nuevo inmigrante. Durante seis meses nos dieron un dinero para estudiar el idioma, porque teníamos una base muy básica de hebreo”, explica, y agrega que están muy contentos con la decisión que tomaron y que sus hijos “no sufrieron” el cambio.

Sin embargo, Paola reconoce que el desarraigo no es fácil. “Se extraña mucho porque es tu país, pero no se ve una luz al final de camino. Por eso, creemos que el cambio va a ser para mejor, y contar con nuestra familia es de gran ayuda porque estamos acompañados”, reflexiona.

 

Fuente: lanacion.com.ar

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