Bombardeos, daños, víctimas. La crisis de Ucrania escaló a un punto crítico. El 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, dio luz verde a una “operación militar en Ucrania”, una invasión a gran escala que atormenta al país y a Europa.
Luego de reconocer a las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk y de anunciar el sucesivo desplazamiento de tropas en la región del Donbass para “mantener la paz”, el Kremlin avanzó de forma coordinada por diferentes frentes desde el este, el norte y el sur. En principales ciudades ucranianas se reportaron bombardeos, inclusive en Kiev, en donde sonaron las sirenas de emergencia que alertaron a los ciudadanos a refugiarse en sus hogares.
La “invasión injustificable y cínica” de Rusia a Ucrania traerá “destrucción y muerte”, fustigaron los líderes occidentales, quienes aseguraron una respuesta “coordinada y decisiva” para detener al Kremlin. El presidente estadounidense, Joe Biden, aplicará un paquete de sanciones contra Rusia que “serán devastadoras”, que impactan tanto en la economía rusa como en sus funcionarios, por sus “flagrantes violaciones del derecho internacional”.
“Nuestras fuerzas no van a entrar en un conflicto contra las fuerzas rusas en Ucrania”, reiteró Biden, ante temores de una guerra masiva en la que peleen las fuerzas de la OTAN contra Rusia. “Nuestras fuerzas no van a Europa a luchar en Ucrania, sino para defender a nuestros aliados en el este”.
Las claves del conflicto
Cómo se llegó hasta acá
Las hostilidades entre ambos países tienen una historia de siglos. Ucrania permaneció bajo el dominio del Imperio Ruso durante más de 100 años y luego, en 1921, cayó en manos de la Unión Soviética, lo que antecedió a un largo período de inestabilidad y devastación. En agosto de 1991, el 92,3% de los ucranianos apoyó el referéndum que dio lugar a la independencia del país.
Las tensiones se exacerbaron tiempo después, tras lo que se conoció como la revolución del Euromaidán, una serie de manifestaciones masivas que estallaron en Kiev luego de que el gobierno ucraniano de Víktor Yanukóvich rechazara la firma de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Con un saldo de más de cien muertos y miles de heridos, las protestas de fines de noviembre de 2013 hasta febrero de 2014 culminaron en la caída del líder prorruso.
Un mes después, las fuerzas militares rusas anexaron la península de Crimea en el Mar Negro bajo el pretexto de proteger la integridad de los rusos en el territorio, una acción condenada por Ucrania y los países occidentales por violar el derecho internacional. El 54% de los ucranianos lo consideraron una invasión, de acuerdo a encuestas realizadas en aquel entonces.
En abril de 2014, grupos separatistas prorrusos en las provincias industriales de Donetsk y Lugansk, en la región minera de Donbass, que se opusieron a las protestas del Euromaidán, se alzaron contra el gobierno ucraniano, tomando edificios gubernamentales. Los incidentes culminaron un mes después en una votación popular que con amplia mayoría -94% en Lugansk y 89,71% en Donetsk- triunfó la independencia de las regiones. Estas elecciones no fueron reconocidas por Occidente, ni aceptadas por Moscú.
Pero los enfrentamientos entre los rebeldes y el ejército ucraniano nunca cesaron. Kiev consideró a la región del este de Ucrania como “un territorio parcialmente ocupado” y lanzó la Operación Anti-Terrorista para intentar recuperar el territorio. Entre los incidentes más trágicos, un avión con 298 pasajeros fue derribado por un misil lanzado desde la zona separatista.
Tanto Ucrania como Occidente acusan a Moscú de respaldar a los rebeldes prorrusos, algo que Rusia negó todo este tiempo.
En agosto de 2014, tras una dura derrota de las tropas ucranianas, Ucrania, los separatistas y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) firmaron en la capital de Bielorrusia lo que se conoce como el primer Acuerdo de Minsk, un intento fallido de tregua.
Lejos de traer paz, el Acuerdo de Minsk derivó en un segundo intento de calma, Minsk II, mediado por Francia y Alemania en febrero de 2015. Allí se acordó un alto al fuego bilateral inmediato, la retirada de armamento pesado y una descentralización del poder con “arreglos provisionales de gobernación local en algunas zonas de las regiones de Donetsk y Lugansk”.
En efecto, el mapa ucraniano quedó fraccionado como lo vemos hoy. Dividido por una línea de demarcación que establece el cese al fuego, Ucrania perdió el control “pleno y efectivo” sobre la parte oriental de Donetsk y Lugansk, controladas por los separatistas prorrusos, que abarca unos 10.400 kilómetros cuadrados, un tercio del territorio.
Aún así, el fuego cruzado nunca paró. La guerra en el Donbass lleva más de ocho años y se cobró la vida de unas 14.000 personas .
El conflicto recrudeció a principios de 2021, cuando Moscú comenzó a trasladar sus fuerzas a la frontera, lo que implicó la “mayor acumulación de tropas rusas desde la anexión de Crimea”, según el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
En agosto de 2021, 46 Estados y organizaciones, entre ellas la OTAN, firmaron en Kiev la Plataforma de Crimea, en la que Occidente exigió a Rusia la devolución de la península. Pero la crisis se exacerbó cuando en diciembre pasado Washington expresó sus sospechas de que el Kremlin estaba preparando una invasión para “principios de 2022”, una acción que implicaría importantes sanciones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos.
Los servicios de inteligencia estadounidenses aseguraron que desde diciembre, Putin estaba reuniendo fuerzas militares, un total de 175.000 soldados - número que creció a 190.000-, con el fin de ordenar una invasión en el corto plazo.
Hoy las regiones del este de Ucrania apoyan a la “gran Rusia”, a la que consideran un “país hermano”. La autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD), de unos dos millones de habitantes, se encuentra gobernada por Denis Pushilin. Mientras, la autoproclamada República Popular de Lugansk (RPL), de 1,5 millones de habitantes, está bajo el mando de Leonid Pásechnik.