"¿Medio Oriente? Esto solo pasa en los libros Elige tu propia aventura", fue lo primero que pensó Martín al leer el mensaje que le había llegado a su celular. Sin dudas, las líneas escritas lo intrigaban, pero estaba convencido de que se hallaba ante una broma o, peor aún, una estafa.
Era su segundo día de trabajo en una nueva empresa, se encontraba en medio de una reunión, todo a su alrededor se sentía extraño, y aquel mensaje lo terminó por descolocar. Martín observó el paisaje a través de la ventana, se dejó encantar por la hermosa tarde de primavera porteña, y volvió a mirar su celular.
Le escribía un tal Ahmed, de un país llamado Omán, del que apenas había escuchado hablar alguna vez. Intuía que quedaba en el Medio Oriente, y de inmediato imaginó el desierto puro y lo invadió una sensación de lejanía inconmensurable. Ahmed le preguntaba si estaba interesado en trabajar en su país para una empresa del Estado en la industria petrolera, en una posición sumamente atractiva para el argentino, quien por entonces tenía 38 años. Parecía una locura: si se desentendía, tal vez se perdería de una oportunidad única en la vida; si se aventuraba, podría dirigirse hacia un destino signado por el arrepentimiento. ¿Qué camino debía tomar?
Martín eligió aventurarse y ver qué es lo que se escondía tras aquella puerta. Lo que siguió fue una abrumadora catarata de llamadas y correos electrónicos diarios que calmaron su desconfianza, y hasta una videoconferencia con Ahmed, ataviado con su dishdashah, y una mujer llamada Sahira, de RRHH, con su correspondiente hiyab. Luego llegó la oferta y la hora de la verdad, en definitiva, ¿aceptaba?: "Quería hacerlo y la confirmación de mi deseo llegó cuando se lo dije en voz alta a mi esposa", rememora Martín, especialista en finanzas corporativas.
"¿`O´ qué? ¿Dónde queda eso?", lo interrogó Patricia. En medio de su decisión estaban ellos, su mujer y sus dos hijos, Cata y Juani. El proceso fue complejo, en especial para Patricia, a quien le resultaba doloroso dejar a los seres queridos y un trabajo que la hacía feliz. Sin embargo, tras varias conversaciones, juntos concluyeron que estaban ante la oportunidad única para expandir sus horizontes conocidos y enriquecerse como individuos. "Muchos me dijeron: `te vas a la guerra´, sinceramente, comunicar la decisión a la familia y amigos fue muy duro", confiesa. "Pero mis amigos más cercanos creo que sospechaban que era capaz de algo así".
La partida fue ardua. Luego de trámites y controles médicos requeridos por su empleador, Martín viajó solo y su familia lo siguió dos meses después. En ese tiempo alquilaron su casa en Ramos Mejía, vendieron casi todo y buscaron colegio en Muscat, capital de Omán. "Las horas previas a mi vuelo fueron difíciles. Estaban mamá, papá, mis sobrinos, mi suegra, mi hermana y algunos amigos; había tensión, lo vivimos con mucha angustia", continúa. "Por trabajo me tocó viajar mucho. Ezeiza es un lugar que conozco bien, pero una cosa es cuando uno se traslada por ocio o trabajo, y otra muy distinta es irte a vivir al Medio Oriente".
A Martín, la sensación de "qué hago acá" le duró todo el vuelo y lo acompañó en su arribo a Muscat. Aquel instante, cuando salió del aeropuerto y vio a un mar de personas vestidas con turbante, permanecerá por siempre en su memoria.
Nada de inseguridad, mucho deporte y la odisea para poder conducir
Las sensaciones de extrañamiento fueron menguando para darle paso a la sorpresa y el proceso de adaptación. A pesar de no haber dormido por dos días, la primera tarde, luego del trabajo, Martín caminó diez kilómetros por la ciudad para absorber su atmósfera y familiarizarse con el lugar.
"Lo primero que te llama la atención, como argentino en Muscat, es la ausencia de inseguridad. En todo el tiempo que llevamos en Omán, no he visto ni oído ningún hecho de mínima violencia en las calles, de hecho, Muscat está considerada una de las ciudades más seguras del mundo".
Al segundo día, Martín comenzó a tomar clases de tenis en un club que había divisado en su caminata. A las pocas semanas se mudó a un complejo, conoció a los integrantes de "Fútbol Latinos" y comenzó a participar en los partidos de los domingos y los martes. Y, finalmente, con la llegada de su familia, decidió obtener el registro de conducir, una odisea titánica en Omán: "Te desaprueban por tocar una línea; luego de veinte años de manejo en Argentina, ¡a la séptima vez lo logré!", sonríe.
Así, con su espíritu explorador, su raqueta - siempre presente en sus viajes -, su amor por el fútbol, y un carnet de conducir en mano, el argentino halló caminos para sentirse a gusto en un rincón del mundo tan peculiar y alejado de su patria.
La licencia para tomar una cerveza en casa y otros impactos culturales
Entre el trabajo y la vida cotidiana, de a poco, Martín develó otros aspectos de su nuevo hogar. En el omaní, descubrió a seres muy amables con el extranjero, con una cierta simpatía adicional por la Argentina:
"Son fanáticos del fútbol, la sola mención de nuestro país dispara una catarata de preguntas. En una recepción conocí a Ghazi, un periodista local, y con él mantuve una conversación increíble, ya que cubrió el Boca-River de la final de la Copa Libertadores".
A pesar de los miedos y la nostalgia inevitable, para sus hijos - hoy de 9 y 11 años- y Patricia, la experiencia resultó muy buena desde el inicio. La pareja había llegado con inglés (el idioma empresarial en Omán), pero sus niños no lo hablaban. Al cabo de seis meses de juegos en el parque y escuela, lograron dominarlo con fluidez.
"Ellos asisten a un colegio internacional, que les abrió las puertas a decenas de culturas y a un nivel educativo de excelencia, que los prepara muy bien para la universidad. En la escuela conviven profesores y alumnos de 75 nacionalidades, la tolerancia y el respeto a lo distinto son los pilares principales. El bullying es inexistente. No todos los establecimientos educativos en Omán cuentan con estas características, por lo que estamos muy conformes", manifiesta Martín complacido. "Nos adaptamos muy bien a nuestra vida en este lugar del mundo, el omaní ama reunirse en familia, con amigos y jugar al fútbol, no obstante, tenemos muchas diferencias en relación a las prohibiciones y a las libertades: muchos matrimonios, por ejemplo, son concertados por los padres de los novios, entre otras cuestiones", continúa.
"Los locales no tienen permitido beber alcohol por religión, aunque algunos lo hacen, pero está muy mal visto. En el caso de los extranjeros, para tomar una cerveza en tu casa tu empleador te debe extender una carta, que hay que llevar a la policía, quien te expide la licencia. Con ella uno puede conseguir alcohol en tiendas muy específicas o en los bares de hoteles".
"Y al Ramadán, mes sagrado de los musulmanes, hay que tenerlo en cuenta porque afecta la vida de todos. Durante el mismo, los locales no pueden beber ¡ni agua!, ni comer desde que sale el sol hasta que se pone, ¡es muy duro! Y nosotros, los extranjeros, no tenemos permitido hacerlo delante de ellos, por lo que en las empresas, por ejemplo, preparan cuartos especiales para que vayas a comer y tomar".
Calidad de vida en un país que permite vivir más tiempo
Desde Ramos Mejía hasta su trabajo en el centro porteño de Buenos Aires, Martín tenía una hora y media de viaje, que se transformaban en tres diarias de estrés al volante y sensación de tiempo perdido. Hoy, en su rincón de Omán, apenas le toma cinco minutos llegar a su empresa. Para el argentino, significó uno de los impactos más importantes en su estilo de vida: "¡Vivo más tiempo!", asegura. "Disfruto a mi familia, hago más deporte, y me junto con amigos en tardes de pileta. Acá hace calor todo el año, con picos de 50 grados y esos momentos en el agua (pre Covid_19), son muy bienvenidos".
"Acceder a un trabajo en Omán solo es posible mediante una visa que expide el gobierno, sin la cual ni se puede pisar el país. Cuando el contrato laboral termina, la visa automáticamente se cancela. Si bien es un territorio más pobre en relación a sus vecinos más ricos - Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Arabia Saudita - el nivel de vida es muy alto. Sin embargo, en este momento la desocupación está en aumento, impulsada por la baja del precio del petróleo", revela Martín, quién posee una gerencia en la compañía petrolera nacional, en donde tiene a cargo siete personas, entre ellos venezolanos, pakistaníes y omaníes: "Es desafiante, te enseña a sortear los obstáculos teniendo en cuenta las diferencias culturales".
Aprendizajes de un Oriente Medio que abre la cabeza
A sus 41 y tras dos años en Omán, Martín recuerda con nitidez aquella tarde de primavera porteña que le cambió la vida. Inevitablemente, el mensaje de Ahmed lo remitió a su infancia y a los libros Elige tu propia aventura. Aún hoy, una electricidad extraña lo recorre al rememorar el momento, y agradece haber tenido el coraje de elegir el movimiento riesgoso, que lo llevó, junto a su familia, a emprender una travesía extraordinaria.
"Se extraña mucho a la familia y a los amigos, es algo que no tiene reemplazo y están en nuestras mentes todos los días, pero creemos que ha sido y sigue siendo una experiencia muy valiosa desde lo profesional y en lo personal para todos. El plan para 2020 era que Patricia y los chicos regresaran en junio, pero no fue posible por el Covid. Y creo que será difícil que viajemos en Navidad en forma segura, lo que nos produce tristeza, pero sabemos que es mejor para todos. Pero realmente tenemos muchas ganas de reencontrarnos y abrazarnos con nuestros seres queridos", dice profundamente emocionado.
"Para atravesar experiencias nuevas hay que vencer miedos. Hace muchos años viví en Estados Unidos algunos meses y fue de mucho crecimiento personal. Y esta oportunidad, por supuesto, es maravillosa. En lo profesional, me tocó trabajar en un entorno con gente de todo el mundo, liderando equipos, lo que llevó a mejorar mi inglés y mi capacidad de relacionarme. No obstante, la gran ganancia, a mi juicio, es personal y para toda la familia, en especial para los chicos: hoy tienen amigos de todos los países, mucho tiempo al aire libre, hablan inglés como nativos y les ha tocado vivir muchas experiencias nuevas. A todos nos abrió mucho la cabeza. Dejamos de lado los prejuicios y descubrimos que tenemos muchas cosas en común con personas de otras naciones, así como diferencias que nos enriquecen día a día".