La Olla de Cobre es una de las paradas obligatorias en San Antonio de Areco. Sus fundadores la crearon en 1978 para aprovechar el auge turístico del lugar.
San Antonio de Areco es uno de los sitios más elegidos para las escapadas de fin de semana. A tan solo dos horas de la Ciudad se destaca por sus varias propuestas y calidez. Uno de sus spots más calientes, sin embargo, es un coqueto local perfumado de chocolate desde el cual entran y salen turistas tentados por sus tentadores alfajores de chocolate. La Olla de Cobre lleva más de 40 años en el rubro y comenzó como un emprendimiento familiar pensado para aprovechar el auge de visitantes en el pueblo.
Carlos Gabba se dedicaba a la distribución de cigarrillos y golosinas en la zona y todos los días recorría los negocios arequeros. Era proveedor de kioscos, almacenes y otros comercios, entonces, en cierta manera, estaba en contacto con este rubro. Por su parte, su esposa, Teresa Fanelli ejercía como docente. Poco a poco vieron como el lugar donde habían crecido se llenaba cada vez más de turistas que viajaban desde todos lados para disfrutar sus atractivos. Esto, reflexionaron, debía esconder una oportunidad.
Aprender a hacer alfajores
"Yo le vendía a los boliches que estaban en la costa y veía que cuando había turismo vendía un montón. Ahí pensé que podríamos hacer algo vinculado al turismo, algo bien local y representativo para atender esa demanda", contó Gabba, en diálogo con Días de Areco. Y analizó: "Si Areco no hubiera sido un lugar tan atractivo para el turista quizá nuestro desarrollo hubiera resultado imposible".
Fue así como decidieron meterse en el negocio de los alfajores, una de las golosinas más calientes de los kioscos. Pero había un problema. Ni Carlitos ni Teresita, como se los conoce en Areco, no sabían cómo hacerlos. Empezaron usando productos de otras fábricas ya que no tenían los elementos para hacer el chocolate y, de esta manera, comenzaron a producir su propia bombonería.
También contrataron a chocolateros para que les dieran clases particular porque creían que en el baño del alfajor estaba la clave. El turismo seguía creciendo en la zona, entonces dieron un salto de fe. Vendieron su auto y, con lo conseguido, compraron máquinas usadas para poder trabajar.
En la cocina de su casa hacían el chocolate en unas ollas de cobre, se encargaban de la masa y todo el proceso. Pasaron varios meses hasta que encontraron la receta ideal, solo faltaba mostrarlo. Y para esto tomaron una de las lecciones más importantes del marketing y la explotaron: el timing.
Un lanzamiento prometedor
El 1 de mayo de 1978 montaron una pequeña góndola en el garaje de su casa y sacaron a la venta su primera tanda de alfajores. Debido al feriado San Antonio de Areco estaba lleno de turistas que limpiaron la vidriera en un santiamén.
El negocio creció y se profesionalizaron. Más allá de la elaboración artesanal del chocolate, el ensamblado pasó a una máquina. Sin embargo, faltaba una marca. Su hija Carolina tuvo la idea de bautizarla La Olla de Cobre en homenaje a sus recipientes en los que solían trabajar la mezcla. Boca a boca se fue extendiendo la popularidad de sus alfajores y después de un tiempo Gabba y Fanelli dejaron sus respectivos trabajos para dedicarse full time al proyecto.
Hoy el local de La Olla de Cobre (ubicado en el mismo sitio) es una parada obligatoria para los que visitan San Antonio de Areco. A los alfajores le agregaron tabletas, chocolate en rama y bombones de lo más variados, desde opciones con coco, cereales y café hasta rellenos de almendras, higos y uvas al rhum. En su fábrica elaboran hasta 15.000 unidades por semana y sus hijos Valentín, Agustín y Carolina. Esta última expandió la marca a San Luis, donde abrió una sucursal con la misma receta.