Autor del libro Sin ataduras y coautor de un texto clave junto a Gianni Vattimo, Comunismo hermenéutico, sostiene que el principal problema de nuestro tiempo es la libertad. Hijo de diplomáticos, nació en Argentina, pero vivió toda su vida en Europa.
Hoy enseña en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y desde allí es el principal protagonista de una línea de filósofos que toma las enseñanzas de Martin Heidegger y de Richard Rorty, que fue uno de sus grandes maestros.
—El neoliberalismo se montó sobre una suerte de realismo ontológico, aquel “hay un solo camino”, que se le adjudica a Margaret Thatcher. ¿Se puede hacer una crítica hermenéutica del realismo ontológico neoliberal?
—No creo que sea necesaria una crítica hermenéutica. Es suficiente una crítica bastante más filosófica, que responda a las preguntas fundamentales de hoy. Cuando la economía o el sistema político cultural está tan enmarcado dentro de esta idea de que no hay otra alternativa se nos aparecen diferentes imágenes. Por ejemplo, cuando durante 2008 y 2009 estaban George Bush, Barack Obama y John McCain, los tres sentados explicando de nuevo que no había otra alternativa. Implica afirmar que no hay otro proyecto de vida que el de ahora. Desde el punto de vista de la libertad, es un problema. Es una situación que vivieron todos los países. Ahora estamos más enmarcados que nunca dentro de este sistema neoliberal, en China más aún que en Occidente. La crítica que corresponde es sobre todo una filosófica. Hay un problema de libertad dentro del sistema. Tuvimos en la pandemia la clara emergencia neoliberal. Que este virus haya podido llegar a todo el mundo tan rápidamente es también consecuencia del sistema único. Algunos piensan que somos libres. Pero evidentemente, no lo somos tanto.
—Usted escribió: “Para Vattimo entonces el ser no es lo que perdura, lo que es y no puede dejar de ser, como decían Parménides, Platón y Aristóteles, sino solo lo que deviene, porque deviene a partir de la diferencia ontológica considerada central también para Derrida. En la lógica del sentido, Gilles Deleuze decía que el ser estaría en lo que insiste e insiste”. ¿Hay alguna regla que marque el ritmo de ese devenir?
—Gianni Vattimo, Jacques Derrida y muchos otros filósofos creemos que después de terminada la deconstrucción de la metafísica, hecha primero por Friedrich Nietzsche y después por Martin Heidegger, la realidad, o el ser, que es otra forma que tenemos para decir realidad, es más que una sola cosa. Es una cuestión de acontecimientos. Problemas como la libertad no pueden ser organizados sistemáticamente de forma unívoca. Deben volverse a construir, deben encontrar una forma nueva de comprenderse. Tienen efectos históricos, llegan de determinadas circunstancias. Todo esto tiene consecuencias, también sobre el deber de la filosofía. Si la realidad cambia, la filosofía debe estar atenta. No se trata de una mera restricción estética, la realidad como algo que reflejamos o describimos. La filosofía debe ser interpretativa. Debemos hacer un aporte mientras describimos, como cirujanos que no siempre operan igual, sino que se adecúan a la propia circunstancia. Un buen cirujano es aquel que comprende que cada operación es diferente. Lo mismo sucede con la filosofía: cambia con la época.
—Usted escribió: “La expresión hechos alternativos, ‘alternative facts’, se popularizó en el año 2017 cuando Kellyanne Conway, consejera del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, defendió una declaración falsa acerca de la cantidad de asistentes a la investidura presidencial”. ¿Qué rol juegan la verdad y la posverdad en la política actual?
—Es una pregunta fundamental. En los últimos años se habla mucho de “hechos alternativos”, de que hay posverdades. La posverdad siempre existió. No es que los periódicos empezaron a decir mentiras ahora. No constituye ninguna novedad. Ahora se habla tanto de eso porque hay una vuelta a cierto orden, un tema que desarrollo en el libro. En Sin ataduras, digo que el 11 de septiembre, la crisis financiera de 2008/2009 y esta pandemia son tres acontecimientos muy importantes a partir de los cuales no ha cambiado nada. Si hubo un cambio, es una intensificación de los medios de seguridad financiera. Se intensificaron una cantidad de procesos que ya estaban en acto antes. En este siglo se puede leer una especie de vuelta al orden global. Un ejemplo está en cómo funciona la Organización Mundial del Comercio, un organismo que tendría que solucionar todos estos problemas. Esta entrevista se hace a través de un medio digital. Google cubre alrededor del 70% de lo que pasa en el mundo. Es un monopolio demasiado grande. El mundo está tan enmarcado que se puede hablar de hechos alternativos. Quien habla de hechos alternativos lo hace desde una posición de seguridad absoluta. Un poco como si fuera dios. No sorprende que el primero que se refirió a hechos alternativos fue uno de los consejeros de Donald Trump y el mismo ex presidente. Llegó al punto de negar emergencias clarísimas. George Bush representó otra instancia importante dentro de las presidencias estadounidenses, por haber puesto el estado de excepción para instaurar ciertas leyes. Veinte años más tarde nos encontramos con Trump, que ni siquiera necesita declarar el estado de excepción. El estado de excepción está en funcionamiento desde entonces. Nunca fue declarado durante la pandemia. Trump parte de la idea de que es el portador de la verdad. El autoritarismo es un problema muy actual.
—También dijo que “la hermenéutica no considera que la verdad sea importante y por lo tanto permite que tenga lugar un intercambio, una conversación o incluso el conflicto”. ¿Decir que la verdad no es importante implica decir que no hay verdad?
—La idea de que la verdad no es importante, o es secundaria, fue enunciada por mi otro maestro, Richard Rorty. Dice que si uno cuida la libertad, la verdad se va a arreglar sola. Pensar que hay una verdad previa, de la que devienen la ética, la política o la estética implica suponer una cierta superioridad intelectual, cultural, colonial. Es un hecho bastante peligroso. Autores importantes como Zygmunt Bauman insistieron en que el proyecto ilustrado de la modernidad lleva a formas de exterminio. La verdad es algo que funciona y que nosotros hacemos funcionar, pero no necesariamente siempre de la misma forma. Hay verdades que no percibimos durante mucho tiempo, como, por ejemplo, el método que utilizan muchas de las vacunas que se aplican, que estuvo inventado hace veinte años. No se trata de una novedad científica. La verdad es algo que funciona dentro una comunidad científica, social, cultural. Muchas veces funciona, independientemente de que uno sepa exactamente qué es. La verdad es importante por sus consecuencias, más que por su contenido. Es más importante que nos ocupemos de la ética y la política. La verdad no es otra cosa que lo que nuestros colegas nos dejan pasar, nos perdonan. La democracia misma no está basada en la verdad: hay un cambio constante de normas.
—Usted escribió que hay tres aspectos que tienen un vínculo con la libertad en la era de los hechos alternativos. Uno es el ser, otro es la interpretación y el tercero, la emergencia. ¿Cómo se establece la dialéctica entre esos componentes?
—Hablar del ser, qué significa o qué queda del ser, es prácticamente el único problema que caracteriza al pensamiento filosófico. Significa ir contra el mundo enmarcado que tenemos. Primero que todo, el ser es diferente del ente, de los objetos. Mi ser trasciende al Santiago bien vestido que da una entrevista. Segundo, hablar de interpretación también es ir contra este mundo completamente organizado. En la historia de la hermenéutica uno se encuentra con acontecimientos como Martin Lutero, el primero en traducir la Biblia. Lo hizo por una cuestión de libertad. Se dio cuenta de que no podía ser que la Biblia sea leída solamente por tres o cuatro personas. Su traducción le trajo problemas políticos serios. Hablar de interpretación hoy referirse a un cambio necesario. Nuestro aporte debe ser existencial. Creo que es la causa por la que se vuelve a estudiar el existencialismo. Finalmente cabe preguntarse por qué el problema de la emergencia es tan importante. Mi tesis es que la emergencia más grande de hoy es la falta de emergencia. La emergencia ausente. El problema del aire no suele considerarse, pero es mucho más grave que todos los demás. Sabíamos que iba a llegar una pandemia de un momento a otro. El virus no es una novedad. Hace tres años era una emergencia ausente. No estamos en absoluto preparados. La interpretación y emergencia no deben ser leídos como cosas muy diferentes. Los tres temas constituyen tres contactos, prácticas o ideas vitales. Hablar de emergencias hoy significa también hablar de lo que no emerge, lo que está aplastado y no a la vista. Un ejemplo es la aparición de un presidente como Jair Bolsonaro. También niega emergencias esenciales. Tampoco hacemos mucho por el cambio climático. Nos quedamos tranquilos con reuniones como la reciente de Glasgow. Debemos ejercer lo que llamo una filosofía de las advertencias, el título de mi próximo libro.
—Usted dijo: “Los hechos y la verdad necesitan ayuda para captar la atención”. Luis Althusser hablaba de “práctica teórica”. ¿Cómo sería la ayuda necesaria?
—Tomemos el tema de los datos científicos. Si no tienen una comunidad de científicos, académicos, publicaciones, se caen. Bruno Latour, un filósofo francés muy importante, en uno de sus últimos libros dice que los hechos en sí no liberan nada. Caen si no hay una comunidad de gente que los explica. Eso es hermenéutica pura. A los filósofos, hermenéuticos, posmodernos, relativistas nos acusan de querer negar el Holocausto, de querer negar lo que ocurre en Palestina. Nos acusan de ignorar hechos históricos porque no creemos en la verdad. Ningún filósofo hermenéutico serio negará los hechos históricos. Lo que afirmaremos, sí, es que quedarán en la memoria solo en la medida que los interpretemos. Sin esa interpretación, morirán. En Italia tenemos mucha resistencia a las vacunas; en Alemania y en Francia también. En España, es un poco menor. Esa resistencia sale también de una incapacidad de comunicar ciertos hechos y verdades. Alguna gente tiene dudas que podrían tener un cierto nivel de racionalidad. Como hago filosofía y no ciencia debo tener fe en lo que me dicen las autoridades sanitarias. Ahí se ve cómo el problema de la verdad no es tanto una cuestión objetiva, racional, sino mucho más emocional. ¿Cómo puede ser que Greta Thunberg logre llegar a conmover a más gente sobre el problema del cambio climático que cualquier gran científico? Porque ella nos toca emocionalmente. Las grandes obras de arte pueden hablarnos más de ciertas verdades que las explicaciones científicas. Hay que ayudar a la verdad. No basta con la comunidad científica para producir los cambios ecológicos necesarios. No es culpa de las ciencias humanas, sino de las exactas. Hubo un trabajo que no estuvo bien hecho. Nos pueden explicar muy racionalmente todo, pero no si no lo creemos, ahí hay un problema de comunicación muy general.
—¿Las redes sociales y la proliferación de medios de comunicación más veloces o inclusive organizaciones como las que usted mencionaba, que tienen un poder omnímodo como el caso de Google, ayudan a la fake news?
—No sé si se trata de ayuda. Sí están más proliferadas. Hoy la verdad corre mucho más rápido. Cualquier cosa que ocurra ahora en Buenos Aires aparecerá inmediatamente en la web de un periódico español. Existe un problema también de cantidad de información. Hay más de la que podamos comprender. Es un problema de concentración y contenido. El problema central es de transparencia. Ahora no necesito un periódico, un académico o un sanitario para entender para acercarme a los hechos. En un tema tan complejo como las vacunas hay un problema de transparencia. Necesitamos más que nunca el filtro que nos brinda el periodismo para entender qué significan las cosas. En la tradición hermenéutica creemos en la importancia de estos filtros. Nos hacen entender, estructurar, para tener una comprensión de lo que está ocurriendo. Y aquí nos encontramos nuevamente ante otro problema.
—Usted dijo también: “Por eso estamos de acuerdo con Chantal Mouffe cuando dice que el propósito de una democracia pluralista no es alcanzar un consenso, sino permitir que se exprese el disenso, con la ayuda de instituciones que permitan que se desarrolle una competición agonista”. En la Argentina tuvimos una experiencia en que eso llevó a la polarización, a una patología del disenso. ¿Hay un punto límite entre el disenso y la polarización?
—Italia es uno de los pocos países democráticos del mundo donde tenemos un primer ministro elegido por Europa. Es un tecnócrata. Fue la forma de sobrepasar la grieta. Mario Draghi no fue elegido por el pueblo italiano. Si esta es la solución al problema que dialécticamente no avanza por culpa de este agonismo del conflicto de interpretaciones, mejor es seguir adelante con el conflicto. Estamos cada vez más lejos del pueblo eligiendo a sus representantes. Estoy totalmente de acuerdo con Chantal Mouffe, una de las grandes pensadoras actuales. Es muy importante el conflicto entre diferentes partidos e instituciones. Es una forma de recordar cuán importantes son estas instituciones. Fueron las instituciones las que pararon a Donald Trump en los Estados Unidos. Hay una cierta necesidad del conflicto y la discusión útil. Cuando no alcanzan con la discusión, se pueden hacer nuevas elecciones. Prefiero el conflicto hasta llegar a un 51% de acuerdos. Se está perdiendo tanto en Italia como en España la noción qué es izquierda y qué derecha. Desde la tercera vía de Tony Blair, que es un problema muy serio. Entonces, la vuelta al orden quedó en manos de populistas de derecha, no los de izquierda. Es un problema que no haya en Europa un populismo de izquierda. El populista de derecha, como Gonzalo Abascal, en el fondo es completamente iliberal. Los mercados están muy contentos con él, pese a todos y no quieren para nada a Podemos. Otro peligro muy serio es el populismo digital, que es aún peor, consiste en hacer pasar todo en la supuesta neutralidad de la red.