Va por el PJ bonaerense para instalarse para 2023. Operaciones cruzadas con los barones. Su nuevo búnker porteño.
El llamado de “Wado” de Pedro sorprendió a Fernando Gray, quien estaba a punto de reasumir la presidencia del Partido Justicialista bonaerense. Terminaba uno de los años más duros desde todo punto de vista, por lo que significó la pandemia, pero el mensaje que tenía para darle el ministro de Interior iba a provocarle un nuevo terremoto al intendente de Esteban Echeverría. “¿Por qué no adelantamos las elecciones del PJ? Así asume Máximo”, le dijo el funcionario nacional. “Si vos renunciás y le pedís lo mismo al Consejo, podemos hacerlo ahora, en vez de esperar a finales del 2021”, insistió. Gray se negó, pero supo que había quedado bajo la daga.
Esa comunicación telefónica fue el inicio del proyecto político más ambiciosos del líder de La Cámpora. El primer intento no funcionó, pero fue solo el comienzo del Plan Máximo, con el que busca empoderarse en el territorio más poblado del país, haciendo caso a una frase que solía repetir su padre: “La provincia de Buenos Aires es la madre de todas las batallas”.
El objetivo no se dice a viva voz, pero ya empieza a ser evidente. Torcer la voluntad de los barones es ponerse el traje de candidato, empezar a ser. Perfilarse hacia el proyecto final con la que sueñan tanto él como Cristina: Máximo Presidente, en 2023 o en 2027.
Para eso, el hijo de la vicepresidenta se estuvo preparando este último tiempo. Desde el Congreso tejió importantes relaciones con el peronismo, pero también con la oposición. Y desde La Cámpora comenzó a poblar de militantes los distritos y los organismos con caja, como la Anses y el PAMI. El plan comprende construir poder, dejar de estar bajo la sombra de Cristina y transformarse en un verdadero líder. Por ahora, está lejos de ser independiente.
La situación del país determinará cuándo será el momento de intentar transformarse en candidato a ocupar el sillón que ya poseyeron sus padres. Pero para cuando llegue, debe estar preparado. Por eso, concentrado en el desafío de desembarcar en la Provincia, eligió pasar las fiestas en Capital Federal y no irse, al menos por ahora, de vacaciones. A diferencia de Cristina que estuvo en el sur en Navidad, luego en CABA para sesionar y pasar Año Nuevo, y finalmente volvió a su lugar en el mundo.
Poco queda de aquella imagen de “gordito que juega a la Play”, que tanto divirtió a la oposición cuando todavía no había encontrado la vocación política y deambulaba entre carreras universitarias y los negocios inmobiliarios de sus padres. Todo, hasta su aspecto físico, cambió. En la actualidad sigue una estricta dieta de viandas en la que cuenta hasta los carbohidratos que consume y hace ejercicios para estar bien físicamente. No volver a engordar es una decisión estética, pero también un motivo de salud: tras ser operado de una infección en la rodilla, en 2012, le recomendaron que se cuidara con su alimentación.
Máximo monitorea el avance del plan desde el departamento prestado que ocupa en un antiguo edificio de tres pisos del barrio de Monserrat, a siete cuadras del Congreso. Aún a riesgo de crear un nuevo problema para el peronismo, el diputado avanza. Está dispuesto a tensar la soga al límite y de correr el riesgo de que se corte y con ello el Frente de Todos vuelva a resquebrajarse. Aunque confía en que, más temprano que tarde, los intendentes díscolos terminarán por replegarse.
Presidente. El operativo para que Máximo mande en el PJ bonaerense no significó la primera pelea entre La Cámpora y los intendentes. De hecho, en el último semestre del 2020 habían tenido un fuerte cruce, cuando Alberto Fernández les dio luz verde a los alcaldes para que intentaran hacer derogar la ley impuesta por María Eugenia Vidal que les impide buscar la reelección indefinida. La Cámpora se interpuso a la jugada: anular esa ley implicaría que sus dirigentes no puedan competir por los cargos que hoy ostentan los barones. Para que el cortocircuito no quemara los fusibles del Gobierno, los intendentes retiraron el reclamo y en la agrupación de jóvenes K lo consideraron la primera gran victoria del año.
La segunda pelea comenzó a fin del 2020 con el llamado de “Wado” de Pedro a Gray y todavía no tiene resolución: es que más allá de la lucha partidaria y de la opinión que los intendentes tengan en charlas en estrictos off the record, luego terminan teniendo que cuidar su territorio. Cada uno debe jugar un partido de ajedrez propio contra la “orga” que lidera el hijo de Cristina. Si se rebelan a los intereses de La Cámpora, les pueden armar una colectora que debilite el poder del intendente en su territorio. Con robarle un par de concejales al oficialismo local, ya lo meten en un grave problema. ¿Cómo se vengan de las decisiones verticalistas que los perjudican? Un alcalde se lo confiesa a NOTICIAS: “La estrategia es siempre la misma. Nos callamos para sobrevivir y terminamos cortando boleta en contra del Gobierno”.
Por ahora, entre una y otra parte en disputa, se prometieron una tregua. No van a hablar en on para no hacer implosionar el partido, pero la campaña sucia y las operaciones vuelan de un lado a otro.
Algo cambió en la consideración de la familia Kirchner para con el PJ. Nunca fueron militantes ortodoxos. Incluso Cristina llegó a quejarse e insultarlos en una famosa escucha telefónica con Oscar Parrilli: “Que se se suturen el orto”, dijo cuando sus intereses se cruzaron. Pero el daño que a CFK le hizo Florencio Randazzo en las legislativas del 2017, cuando fue con el sello del PJ y le quitó 5 puntos vitales para que ella sufriera una derrota contra el macrismo, fue una lección para Máximo.
Cuando se concrete el plan del diputado, ya habrá minado de camporistas el Estado. Es que la juventud K copó los lugares que antes, con Néstor como presidente, se reservaban para el peronismo tradicional. Incluso, en la actualidad, ocupan roles claves en el Gobierno nacional. “Los De Vido fueron reemplazados por los De Pedro”, lo resume un justicialista.
Para el hijo de la vicepresidenta, tomar las riendas del PJ bonaerense tiene que ver más con el negocio que con el placer. Nunca vivió en la Provincia y tampoco es el más peronista de los peronistas. De hecho, en varias oportunidades se mostró díscolo para con los compañeros: por ejemplo en el último aniversario del asesinato de José Ignacio Rucci, leal compañero de Juan Domingo, cuando decidió no homenajearlo. Sin embargo, entiende que la jugada es necesaria. Por eso está convencido de hacerla, cueste lo que cueste.
Nuevo entorno. Más allá de la veneración de los militantes camporistas por el apellido que porta, Máximo buscó nuevas alianzas para abrirse paso en la política. Tiene que dejar de pescar en la pecera si lo que quiere es transformarse en un verdadero candidato. Eso lo llevó a forjar una fuerte relación con Sergio Massa, el presidente de la Cámara de Diputados, crítico y competidor del kirchnerismo en otros tiempos y aliado en la actualidad. Ese vínculo se convirtió en un punto clave para mantener la unidad del Frente de Todos.
De hecho, es tan particular la relación que en los pasillos de Canal 7, donde la palabra final siempre es la del hijo de la vicepresidenta, hay un chiste que ya es redundante: “Máximo está trabajando para que Massa se luzca”, sostienen. Es que, según fuentes de la señal estatal, tienen la orden de cubrir cada uno de los hechos políticos que tienen a Sergio como protagonista.
Pero la relación con Massa no es la que más sorprende. De repente, apareció muy cerca de Máximo un intendente díscolo. Martín Insaurralde, quien había sido criticado ferozmente por el Frente para la Victoria por haber jugado para sí mismo, ahora es el articulador de Kirchner en la Provincia. “De repente es el más kirchnerista de los kirchneristas”, lo chicanea un intendente bonaerense por lo bajo.
A través de su alfil, Federico Otermin, quien fuera su vocero y ahora es el presidente de la Cámara de Diputados provincial, están estructurando la jugada más osada de Máximo en política. Para eso consiguieron convencer hasta al Presidente de que sumara su adhesión. Según los intendentes que reniegan del desembarco K en la Provincia, fue Insaurralde quien le hizo creer a Alberto Fernández que estaba el consenso de todo el peronismo para que el hijo de Cristina se alce con la presidencia del partido, cosa que, insisten, no es real. Al menos por ahora. “Todos debemos hacer un esfuerzo y debemos estar juntos. Máximo, a quien yo quiero mucho, es un hombre preparado, un gran dirigente, con capacidad de diálogo. Tiene todas las virtudes para ocupar un cargo de esa naturaleza”, declaró el primer mandatario, en entrevista en Radio 10, dejándole más allanado el terreno.
La reacción del Presidente para con el hijo de su vice también llama la atención del peronismo. No intentó imponérsele en ninguna oportunidad y hasta lo arengó cuando le preguntaron qué le parecía la idea de que Máximo ocupe el sillón de Rivadavia: “Ojalá. Es un chico maravilloso”, aseguró. Alberto se bajó de la disputa de poder contra La Cámpora. Quizás cuando quiera subirse, sea demasiado tarde.
Para terminar el plan que llevará a Máximo a liderar el peronismo bonaerense todavía hay cuestiones que destrabar, algunas voluntades de intendentes que torcer. “Si llaman hoy al congreso partidario termina en escándalo. Por eso está todo en stand by hasta que se calmen los nervios”, aseguran desde el PJ. En el entorno de Máximo siguen juntando voluntades: además del apoyo de Alberto, tienen una veintena de intendentes aliados. Están convencidos que pronto lograrán cerrar filas.
Diálogo. La forma de conducción de Máximo poco tiene que ver con la de su madre. Mientras Cristina es casi inaccesible para cualquier otro político y se expresa exclusivamente a través de sus redes sociales, su hijo ha sabido construir una relación con muchos dirigentes, incluso de la oposición.
Con Cristian Ritondo, jefe del bloque PRO en Diputados, logró consensuar varias leyes, pero además forjar una relación que se basa, sobre todo, en cargadas futbolísticas por los resultados de los partidos de Racing e Independiente. Federico Salvai, mano derecha de María Eugenia Vidal, es otro de los dirigentes de Juntos por el Cambio con los que logró tener charlas fluidas y apuestas varias.
Pero el hecho que lo marcó fue que Elisa Carrió lo recibiera en la Cámara mucho mejor de lo que él podía esperar. “Lilita” le dio una especie de bienvenida cuando se cruzó con Máximo por primera vez: “Qué flaco estás. Te queda muy bien”, lo halagó. Los presentes no podían creer la escena, hasta que la entonces diputada se explicó: “Él no es culpable de los delitos de sus padres”. Un bálsamo para el flamante diputado. Ahora, en la campaña 2021, ambos se cruzarán en el distrito que definirá la elección.
Claro que Máximo no se lleva bien con toda la oposición. Y que es un blanco fácil de los ataques. El último lo protagonizó Patricia Bullrich, quien le respondió a una chicana del líder de La Cámpora, que llamó a Juntos por el Cambio a “reflexionar” acerca de por qué perdieron en el 2019. “Sí, Máximo, nos ganaron. A costa de mentirle a un país. A los jubilados, los productores, los trabajadores y comerciantes”, le escribió a través de Twitter. Y completó: “No te distraigas porque cuando los pueblos agotan su paciencia hacen sonar el escarmiento. Aunque pongas al juez que te cuida las urnas”.
En la última sesión del año, cuando el oficialismo logró sancionar la ley de movilidad jubilatoria, Máximo también se cruzó con Mario Negri, con producción incluida. El radical mostró piedras, haciendo alusión al ataque que hubo sobre el Congreso en 2017, cuando Juntos por el Cambio sacó una normativa similar a la que se votaba ese día. Y Máximo le retrucó exhibiendo balas de gomas: “Son las que les tiraron a la gente, que son los verdaderos resistentes. Ustedes no son resistentes, ustedes son el poder. Pueden haber perdido una elección, pero son el poder de la Argentina”, argumentó con épica K.
En la oposición ya empiezan a ver a la agrupación de jóvenes K como el verdadero competidor en 2023. El ex funcionario de Vidal, Joaquín de la Torre, que ya trabajaba en el armado de la coalición que intentará dar el primer golpe contra el oficialismo, este año, así lo define: “La opción del 2021 y 2023 es La Cámpora o un frente opositor”.
Justicia. Por el rabillo del ojo, la familia Kirchner siempre mira a Comodoro Py. En su primer año en el poder, tras los cuatro en el llano, tienen una de cal y una de arena. La buena noticia es que las causas donde son investigados no avanzaron demasiado, la mala es que siguen abiertas: su suerte depende de la voluntad de un par de jueces. Es la espada de Damocles.
Cristina tiene múltiples procesamientos, aunque el único juicio oral en marcha para este año es el de la causa por obra pública, donde es investigada por presuntos hechos de corrupción junto al empresario Lázaro Báez.
Por su parte, Máximo está implicado en una causa conexa, Hotesur-Los Sauces. A esas sociedades hoteleras, según investigan los fiscales, retornaba el dinero de los sobreprecios pagados al ex dueño de Austral Construcciones y a Cristóbal López. De no haber sido por el coronavirus, que obligó a cerrar los tribunales y ralentizó los expedientes, el juicio oral debería comenzar a fines del año que acaba de comenzar. El plazo se extendió, pero la causa no deja de preocupar: es que el hijo de la vicepresidenta tiene fueros, pero su hermana, Florencia, no. ¿Qué pasaría si hay una condena? Por esa cuestión, también, se vuelve fundamental ganar las elecciones que vienen. Es que la Justicia también tiene olfato y huele la debilidad política.
El diputado sigue buscando su propio relato. Máximo es Kirchner, un candidato natural a la Presidencia por portación de apellido. Pero el factor que le abrió tantas puertas también es el mismo que lo complica: le pone un nivel de conocimiento absoluto, que cualquier dirigente envidiaría, pero un techo demasiado bajo, basado en la imagen negativa de su madre.
Según un estudio de diciembre de la consultora Synopsis, de diez dirigentes encuestados, Máximo solo le gana en imagen a Massa y a José Luis Espert. El jefe de bloque K tiene 22,2% de imagen positiva y 63,7% de negativa. Las demás encuestadoras tienen resultados similares. Para remontar la cuesta tendrá que hacer un trabajo titánico.
Por el momento no está haciendo demasiado por cambiarlo. El jefe de bloque K no tiene redes sociales, al menos a su nombre; ni suele dar entrevistas, ni siquiera a medios amigos. Su comunicación pública es casi nula y cada vez se vuelve un poco más inaccesible. “Es su estilo. Tampoco nos serviría estar paseándonos por los medios”, dice una fuente de su entorno. Dirigentes de segundas líneas protestan de que ya no recibe a todos en su despacho: el filtro lo hace el diputado Leopoldo Moreau.
Ahora la discusión es otra: el objetivo final para este 2021 que recién empieza es quién tendrá la lapicera para armar las listas de las legislativas. Su madre comandará todo a nivel nacional. ¿Máximo se hará cargo de la provincia más populosa del país? Ese es su deseo. Y a juzgar por los hechos que se suceden, parece que su voluntad será una orden.