Proveedores de alimentos del Servicio Penitenciario cortaron el suministro porque no cobraron, lo que impactó de lleno en cerca de 8.000 personas privadas de libertad que dejaron de recibir pan y se les redujo calidad y cantidad de comida.
Siempre se puede estar peor. Esa parece ser la moraleja de las cárceles santafesinas que en los últimos meses fueron noticia cuando las mismas autoridades penitenciarias reconocieron que hay sobrepoblación en todos los establecimientos de la provincia, lo que deriva en la vulneración de derechos básicos.
Hace dos semanas, las condiciones de encierro se agravaron de forma drástica por el lugar más sensible: el pan. Literalmente, los internos (alrededor de 8.000) dejaron de recibir su varilla diaria de pan, base de su alimento, y denunciaron una notoria reducción en las raciones de comida que de por sí son escasas y muchas veces llegan en mal estado.
Este martes, la Justicia hizo lugar a un hábeas corpus en favor de los detenidos presentado por la titular del Servicio Público de la Defensa Penal, Jaquelina Balangione. El Servicio Penitenciario explicó que el problema se originó por la falta de pago a proveedores durante mayo y junio pero aclaró que los mismos ya estaban normalizados. No obstante, Balangione dijo este miércoles que la situación continúa siendo crítica en los penales porque la comida sigue sin llegar de forma adecuada.
Hábeas corpus
En una audiencia celebrada este martes, la jueza Susana Luna hizo lugar al hábeas corpus colectivo y correctivo presentado por Balangione a favor de todas las personas detenidas bajo la órbita del Servicio Penitenciario de Santa Fe. La jueza ordenó que la Agencia de Seguridad Alimentaria de Santa Fe (Assal) realice en un plazo de 72 horas un control de calidad sobre el estado actual del plan alimenticio de los internos y que se oficie al los ministerios de Seguridad y de Gobierno.
En la denuncia, la defensora general advierte “que se han disminuido ostensiblemente las raciones diarias de alimentos, incluso la falta de provisión del pan diario que se entrega en horarios matutinos, convirtiéndose esto en un agravamiento en la forma y condiciones en que se cumplen las privaciones de libertad”.
El texto agrega que se trata de una irregularidad que “constituye una vulneración clara de uno de los más elementales derechos fundamentales como lo es el de una alimentación adecuada, vulnerando el derecho a la vida y a la salud”. Y remarca que “el derecho a una alimentación adecuada es parte de la exigencia de trato digno que debe propinarse a toda persona por la sola condición de tal, en tanto la dignidad es inherente a su condición humana”.
“Ya se normalizó”
La disminución de la comida, tanto en la cantidad como en la calidad, fue asumida por las autoridades del Servicio Penitenciario que explicaron cómo se originó la situación y aseguraron haber resuelto el problema.
En diálogo con El Ciudadano, el secretario de Asuntos Penitenciarios de Santa Fe, Walter Gálvez, dijo este martes que “la situación está absolutamente normalizada” y explicó que las demoras en los pagos a proveedores durante mayo y junio estuvo relacionada a que hubo un incremento en la lista de precios y debieron negociar su actualización.
“Eso hizo que las entregas se demorasen”, reconoció el funcionario, quien expresó que los primeros días de julio fueron los más críticos, en particular durante el fin de semana.
“Hubo una demora en los plazos de pago en función de las nuevas escalas de precios”, remarcó y recordó que el Servicio Penitenciario alimenta por día a unas diez mil personas, entre detenidos y empleados, lo que implica un volumen de alimentos enorme. En ese sentido dijo comprender que con la suba de precios “se les puede dificultar” a algunos proveedores cumplir con lo pautado porque “nadie quiere perder plata”.
“Me deja tranquilo que fueron pocos días donde hubo que echar mano a otro tipo de alimentación”, refirió. Y concluyo: “Lo bueno es que se llegó a un acuerdo, ningún detenido se murió de hambre y la situación está totalmente normalizada”.
Piden pan, no les dan
Pese a que el problema de gestión quedó resuelto la semana pasada, la situación en los penales seguía igual de crítica. En diálogo con El Ciudadano, este miércoles Balangione dijo que “al día de hoy todavía no se resolvió”.
La defensora contó que realiza monitoreos en distintos pabellones de la provincia y que el pan sigue sin llegar, la comida sigue siendo insuficiente y está en mal estado.
Según ese relevamiento, por estos días las raciones eran incomibles: alas y menudos de pollo en mal estado, fideos mezclados con carne picada cruda, bandejas con huesos de caracú sin cocinar. Pero el problema viene de antes.
Foto presentada en la audiencia de habeas corpus (caracú crudo).
“Esto se contextualiza en un problema histórico, que es el problema de la cantidad y la calidad de la comida, que viene ligado a otro problema que tenemos, que ya es crónico, no tiene solución a la vista y se va a agravando paulatina y rápidamente que es el de la sobrepoblación”, dijo en relación a la crisis carcelaria.
“Dentro de este contexto, hace aproximadamente 15 días que se redujo notoriamente la cantidad de la comida, que sigue siendo de mala cantidad, y además, hace 15 días que no se les da el pan”, explicó.
La funcionaria contó que el pan es el alimento que más se aprovecha, ya que la comida llega cruda, en mal estado o simplemente no alcanza: “El pan es lo que ellos más esperan, se les daba todos los días un pan grande a cada interno, se lo ponen en la puerta de la celda y ese pan les dura para las cuatro comidas del día”.
Bandeja para 80 internos de Piñero con fideos y carne picada cruda.
Algunos internos “lo suplementan con lo que la familia les lleva, alimentos secos o crudos, en el caso que les permitan tener fuelle (como se les dice a los calentadores) y los puedan cocinar”, dijo la defensora aunque mencionó otro problema. “Justamente cuando empieza el frío los requisan y les sacan los fuelles porque hay problemas de estructura con el cableado eléctrico y saltan las térmicas”.
Al respecto consideró que los calentadores “son un artículo de primera necesidad”. Y a modo de ejemplo mencionó que en la cárcel de Coronda no tienen vidrios. “Son espacios muy grandes y hostiles donde hay entre 80 a 110 muchachos conviviendo. Como hay sobrepoblación, hay poca actividad deportiva, educativa, de enseñanza en oficio, de cupo laboral por lo que están la mayor parte del día encerrados en el pabellón que es helado y húmedo. Tener para calentar agua, para tomar un mate o para cocinarse es fundamental”, graficó.
En ese contexto, Balangione dijo: “Sumado a eso se les reduce la cantidad de la comida y siguen con la mala calidad. Además les retiran el pan, un suplemente de primerísima necesidad. Esa fue la gota que colmó el vaso”, concluyó.
Bandeja para 80 internos de Coronda con arroz y menudos de pollo.