Es el argentino Enrique Piñeyro, un hombre multifacético y movedizo. Excineasta, expiloto de Lapa, médico y actual emprendedor gastronómico y dueño de un Boeing 787 puesto al servicio de misiones humanitarias.
Hoy aquí amaneció con frío y el cielo despejado. Un clima ideal para el Día D de alrededor de 200 ucranianos que se despertaron con un boleto de avión bajo la almohada. Es el ticket que los llevará desde esta ciudad, cercana con su país en guerra, hacia Roma.
El piloto de la nave que al fin los sacará de la pesadilla en la que se convirtió su vida hace un par de semanas, cuando Rusia invadió su país y comenzaron el periplo de desplazamiento e emigración, es el argentino Enrique Piñeyro, un hombre multifacético y movedizo.
Excineasta, expiloto de Lapa, médico y actual emprendedor gastronómico y dueño de un Boeing 787 puesto al servicio de misiones humanitarias, Piñeyro se alió con Open Arms, un ONG española, para ayudar a paliar el drama de los más de dos millones de desplazados que, al momento, dejó esta guerra. El de hoy es el primero de tres vuelos con refugiados ucranianos que hará esta semana bajo el paraguas de Solidaire, su ONG.
“Yo creo en un capitalismo disruptivo: convertir objetos de lujo en herramientas de transformación social”, explica Piñeyro, un heredero de la fortuna de la familia Rocca con vocación de agitador.
Su salto a la fama fue con denuncias a las fallas de seguridad que había en las operaciones aeronáuticas -ese fue el tema de Whisky, Romeo, Zulu, su película del 2004- y volvió a explorar las fallas de la sociedad en El Rati Horror Show, un crudo documental donde expone el horror de las personas encarceladas por crímenes que no cometieron. Se centra en el drama de uno de ellos, Fernando Carrera, pero dice que son miles. Piñeyro armó Innoncence Project Argentina para atender esos casos.
De baja estatura, voz que fluctúa entre la ironía, los chistes en inglés y el susurro, Piñeyro cenó anoche en un restaurante con Óscar Camps, un catalán enfático con una misión: rescatar a los migrantes que las diferentes crisis de refugiados dejan en Europa. Camps es el líder de Open Arms y se instaló en Varsovia para coordinar el rescate de los ucranianos.
“Acá se está trabajando como se debería trabajar en todas las crisis humanitarias, pero no se hace porque los otros refugiados no son blancos”, denuncia Camps. Los ucranianos, dice, reciben un trato humanitario en Polonia y el resto de Europa y está bien que así sea. En cambio, los africanos que su organización rescata en el mar son rechazados y segregados.
Además de su avión, Piñeyro puso a disposición un barco para que Open Arms opere en el Mediterráneo. Al momento, está esperando que el gobierno español le de el visto bueno para navegar, un trámite que se está demorando mucho más de lo habitual. Es que el barco es una herramienta de rescate, pero también funciona como denuncia contra las políticas migratorias de España y el resto de Europa.
Piñeyro encontró en Camps un aliado ideal para su misión humanitaria y puso su infraestructura al servicio de Open Arms. También aporta sus conocimientos aeronáuticos y su pasión por volar. “Podría tener un yate con 25 marineritos y salir a pasear”, se ríe sobre sus propias decisiones financieras.
En cambio, tiene un Boeing de 2013 con el mejor catering de la industria aeronáutica -el menú de su restaurante Anchoita es muy superior al habitual chicken o pasta- y la misión de aprovechar la ventana de simpatía hacia los desplazados ucranianos y ayudarlos en su traslado hacia ciudades europeas de acogida.
Los ucranianos del primer vuelo amanecieron hoy en un enorme centro de exposiciones transformado en refugio de inmigrantes. Hay 7000 de ellos, la mayoría mujeres, niños y ancianos, los hombres tienen prohibido salir de su país. Duermen en colchones sobre el piso. De a poco, y como pueden, irán migrando hacia ciudades de acogida. Su esperanza es volver pronto a Ucrania.