El sector textil nacional atraviesa una profunda crisis, marcada por una drástica caída en la producción y el consumo. A este panorama se suma una creciente preocupación por el aumento récord de las compras de ropa al exterior y la consolidación de un modelo de negocio ultra low-cost, inspirado en gigantes como Shein, que ya se replica con fuerza en los principales centros comerciales del país.
La industria textil argentina se encuentra en un estado de máxima tensión. Datos recientes del INDEC revelan una caída interanual de la producción del 9,9% en el sector de "prendas de vestir, cuero y calzado", un reflejo de la crisis que afecta a toda la cadena de valor. Este escenario se ve agravado por dos fenómenos que amenazan la sostenibilidad de la producción local: el incremento de las importaciones y la llegada de nuevos modelos de negocio de moda rápida.
Importaciones en alza y el impacto del RIGI
Según informes sectoriales, las importaciones de ropa experimentaron un crecimiento del 19,3% en el primer cuatrimestre del año en comparación con el mismo período de 2023. Este aumento en el ingreso de productos del exterior presiona directamente sobre los fabricantes locales, que ya operan con una capacidad instalada reducida al 53,2%.
La preocupación se extiende al Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), incluido en la Ley Bases. Desde la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) advierten que este régimen podría facilitar el ingreso de prendas terminadas con beneficios arancelarios y fiscales, generando una competencia aún más desigual para la industria nacional, que se caracteriza por ser mano de obra intensiva y estar compuesta mayoritariamente por pymes.
El "Efecto Shein" llega a la calle Avellaneda
Paralelamente a las importaciones formales, ha surgido con fuerza un nuevo modelo de negocio inspirado en el gigante chino de la moda ultra rápida, Shein. Este fenómeno, que ya se observa en los polos comerciales de Avellaneda y Once, se basa en la rápida copia de tendencias globales, una producción a bajo costo y la venta masiva a precios extremadamente competitivos.
Este sistema, a menudo operando en los márgenes de la formalidad, utiliza talleres con alta precariedad laboral para lograr precios con los que la industria formal no puede competir. El resultado es un mercado inundado de prendas de muy bajo valor que desplaza a la producción local y fomenta un ciclo de consumo de "usar y tirar", con graves consecuencias tanto económicas como sociales.
La combinación de la recesión económica interna, la apertura a las importaciones y la consolidación de estos nuevos modelos de negocio conforma un panorama complejo y desafiante para el futuro del empleo y la producción en el sector textil argentino.
En los primeros siete meses del año, el volumen importado alcanzó u$s408 millones, un 258% más que en el mismo lapso de 2024. Según la CIAI, este ritmo de crecimiento “triplicó el avance de las importaciones de prendas que ingresan por el régimen general”, lo que confirma un acceso cada vez mayor de los consumidores a las compras directas al exterior, sin intermediarios ni cadenas locales de comercialización.
El reclamo de la industria textil
La contracara de este boom de consumo de ropa importada es un mercado interno deprimido. De acuerdo al último informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), las ventas minoristas pyme cayeron 2,2% mensual en agosto, y el rubro textil e indumentaria se derrumbó 4,3% intermensual desestacionalizada.
"La reducción de aranceles,excenciones a los envíos "puerta a puerta" y relajamiento de controles, se implementaron sin bajar impuestos a la producción nacional para nivelar la cancha y así dejar competir a la industria locala. Estas medidas ya se traducen en la pérdida sostenida de puestos de trabajo: cada mes se destruyen aproximadamente 1.500 empleos formales e la industria. La industria de la moda argentina da trabajo a 540.000 familias en todo el país", reclamaron desde la Cámara de la Indumentaria en un extenso comunicado.