En 1999, el mundo presenció atónito cómo el Mercedes-Benz CLR literalmente despegaba y daba vueltas en el aire en plena recta de Le Mans. Un drama técnico y humano que redefinió la seguridad y la fama de la marca estrella.
Un superauto que desafió la lógica… y las leyes de la física
En la edición 1999 de las míticas 24 Horas de Le Mans, Mercedes-Benz llegó decidido a conquistar la gloria con el flamante CLR, uno de los sport prototipos más avanzados de la era. El equipo alemán apostó todo por la velocidad, la ligereza y la agresividad aerodinámica. Sin embargo, lo que debía ser el ascenso definitivo de la marca, se convirtió en un episodio que hizo temblar al motor sport mundial: el Mercedes-Benz no corrió, voló.
La tragedia en la pista: el vuelo de la incertidumbre
Como en un thriller, los entrenamientos comenzaron a dar claras señales de alerta. El jueves, el joven Mark Webber sufrió el primer accidente al abordar la curva Mulsanne: ¡el auto levantó el morro y salió disparado por los aires, aterrizando de milagro sin consecuencias fatales! Los ingenieros intentaron remediar el desastre reforzando suspensiones y añadiendo alerones extra, pero la pesadilla recién comenzaba.
- Sábado: Sesión de tanques llenos. El CLR vuelve a volar tras una cresta, a más de 300 km/h.
- Domingo: En plena carrera, frente a millones de televidentes, Peter Dumbreck pierde el control y el Mercedes-Benz despega para dar varias vueltas de campana en el aire: el auto cruza el bosque y aterriza destrozado entre los árboles. Por milagro, el piloto sobrevive con heridas leves.
La transmisión capta cada giro, cada centímetro del vuelo—las imágenes recorren el mundo y Mercedes, devastada, ordena el retiro inmediato de todos sus autos de la competencia. Era la humillación deportiva más impactante en décadas.



Un drama de ingeniería: ¿por qué volaban los Mercedes?
La investigación técnica reveló una verdad tan inquietante como fascinante: el diseño radical del CLR, con su largo voladizo delantero y su chasis ultrabajo, provocaba que el aire se canalizara debajo del auto en las rectas rápidas. La presión, sumada a baches y la estela de otros coches, hacía que el morro perdiera adherencia a alta velocidad. Las leyes de la física convertían el prototipo en un planeador improvisado y letal.
- Los responsables debieron admitir que la aerodinámica extrema fue una apuesta equivocada y peligrosa.
- La FIA modificó la normativa mundial, prohibiendo carrocerías semejantes y reforzando estándares de seguridad.
- El circuito de La Sarthe cambió su diseño, reduciendo crestas y zonas de saltos que podían favorecer el despegue de los autos.
Mercedes-Benz abandonó por años las carreras de resistencia, marcado por la tragedia y la vergüenza. La marca solo volvió a competir en Le Mans tres décadas después.
Las secuelas: miedo, respeto y nuevos desafíos
El accidente del Mercedes CLR en Le Mans se sumó a la lista negra de los acontecimientos más sensacionalistas y traumáticos del automovilismo. Pilotos traumatizados, ingenieros en shock y fanáticos convencidos de haber presenciado el límite absoluto de la velocidad y el diseño irresponsable. La pregunta sigue resonando: ¿hasta dónde se puede llegar en la búsqueda del rendimiento extremo?
- El accidente y el abandono supusieron millones de euros en pérdidas, sanciones y un daño reputacional global.
- La cultura de la seguridad en las carreras cambió para siempre: hoy, cada diseño es auditado y cada carrera planeada bajo los fantasmas del pasado.
- El “auto volador” es hoy leyenda, símbolo y advertencia técnica ante la obsesión por ganar a cualquier precio.
Al final, el Mercedes CLR recordará para siempre al automovilismo que la ingeniería mal calculada puede ser tan peligrosa como la más desafiante de las curvas.
Basado en el análisis de la Fuente/Canal: Sekcarss

