Falleció una de las figuras más emblemáticas del último siglo, Elizabeth Alexandra Mary, más conocida como la reina Isabel II, quien fue coronada en Inglaterra el 6 de febrero de 1952. La monarca fue la sexta mujer en llegar al trono británico y lo ocupó por más de 70 años. La importancia de su reinado no sólo radica en ser el más largo de la historia, solo superado por el reinado de Luis XIV, sino también en vivir hitos de la historia británica y mundial.
Falleció una de las figuras más emblemáticas del siglo, Elizabeth Alexandra Mary, más conocida como la reina Isabel II, quien fue coronada en Inglaterra el 6 de febrero de 1952. La monarca fue la sexta mujer en llegar al trono británico y lo ocupó por 70 años.
La importancia de su reinado no sólo radica en ser el más largo de la historia, solo superado por el de Luis XIV, sino también en vivir momentos coyunturales en la historia británica y mundial. La reina vio en el poder a 15 primeros ministros, entre ellos, personalidades de la talla de Winston Churchill, Harold Wilson y Margaret Thatcher.
La monarquía Windsor está unida simbólicamente a los caídos en la Primera Guerra Mundial, a la decisión de los reyes de permanecer en el Palacio de Buckingham durante los bombardeos sostenidos en el Reino Unido por parte de la Alemania nazi y su negativa a enviar a las jóvenes princesas a Canadá como le aconsejaba entonces el Gobierno. Con la muerte de Isabel II, el segundo periodo isabelino de Inglaterra se terminó.
La reina marcó la historia del Reino Unido al representar la fortaleza en las grandes crisis. Desde su coronación en 1953, recibió el territorio inmerso en las dificultades económicas de la posguerra y la división del imperio heredado de sus antepasados. Después de la independencia de las colonias africanas y del Caribe, una de las misiones más importantes de la reina fue mantener unidas a Gran Bretaña con sus antiguas colonias.
Otra de las crisis que enfrentó la reina Isabel II, fue el llamado “Invierno del descontento” en la década de los setenta, en donde hubo huelgas y una fuerte inflación. Frente a dos elecciones que parecían dividir al Reino Unido, la reina se mostró como una figura neutral e imparcial, con el fin de servir de puente y representación de la reconciliación nacional.
En la década de los noventa, la monarca estuvo al frente de varios momentos críticos como el incendio del castillo de Windsor y la muerte de Diana de Gales en un accidente de automóvil. Siendo el momento que más dañó su popularidad entre los ciudadanos, tardó seis días en dirigirse al país y borrar la frontera entre la institucionalidad de la monarquía y su rol de abuela y suegra. El descontento por su silencio cobró el privilegio de la Corona de no pagar impuestos en el Reino Unido, cambiando esa realidad de ahí en adelante.
La independencia de Escocia en 2014 y el brexit en 2016, fueron otros de los momentos en los que la reina demostró neutralidad. Incluso siendo la figura principal de la Iglesia de Inglaterra se movió estratégicamente con el fin de no ofender a nadie en un país multiétnico que nunca estuvo unido espiritualmente.
Ahora, en la línea de sucesión continúa el reinado con su hijo, el príncipe Carlos, que es quien asumirá el trono. El próximo rey entra en un momento en donde la monarquía debe reinventarse para sobrevivir a un futuro global muy complejo. Además, la popularidad del modelo monárquico en el Reino Unido viene en caída: En 2019, el porcentaje de población que apoyaba la Corona era de un 84 %, mientras que los últimos resultados arrojan solo un 60%. Quienes prefieren su abolición sumaban un 13% en 2019, ahora llegan al 27%.