Nos adentramos en el corazón de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) para palpar la realidad que se vive en sus aulas. Mientras el presidente Javier Milei declara que no se cerrarán las universidades, la comunidad académica resiste un ajuste silencioso que se refleja en salarios insostenibles.
A pesar de todo, el compromiso y la vocación mantienen viva a la educación pública.
Caminamos por los pasillos de la Universidad Nacional del Nordeste y el ambiente es vibrante. Hay stands, charlas y un movimiento constante de alumnos. Es la vida universitaria en su máxima expresión, una realidad que parece contradecir los discursos que buscan vaciarla. Estamos aquí para contar lo que vemos, más allá de las declaraciones oficiales.
El presidente Milei afirmó recientemente que no cerraría las universidades, como si con eso se disipara toda preocupación. Pero el ataque es más sutil. No hace falta un candado en la puerta para herir de muerte a la educación pública; basta con asfixiarla económicamente. Y eso está sucediendo. Muchos docentes, agobiados por sueldos que no alcanzan para vivir, han tenido que abandonar sus cátedras.
Sin embargo, la mayoría resiste. ¿Por qué? Porque existe un compromiso inquebrantable con la sociedad, una vocación que el dinero no puede medir.
La Voz de un Docente: "Lo Hacemos por Satisfacción"
Para entender a fondo esta resiliencia, conversamos con Mauro Bisman, periodista y docente de esta casa de estudios. Su testimonio es un reflejo crudo de la situación. "La universidad pública sigue vigente a partir del deseo que tienen los alumnos de seguir encontrándose en un marco que los contenga y que contenga sus sueños", nos explica.
Pero sostener esos sueños tiene un costo personal altísimo. Mauro nos revela su salario como Jefe de Trabajos Prácticos (JTP): no llega a los 300.000 pesos por mes. Sí, leyó bien. Un profesional universitario, con un contrato que implica más de 20 horas semanales entre clases presenciales, preparación de material, actividades extracurriculares y proyectos de gran impacto social —como trabajar con alumnas en contextos de encierro—, percibe un ingreso que roza la línea de la indigencia.
"Uno lo hace por la satisfacción de ver que le está tocando un poquito la vida a alguien y dándole una chance", confiesa. Es la pura vocación la que sostiene el sistema. La pregunta que nos hacemos es: ¿qué nivel de excelencia académica podemos esperar a futuro si quienes forman a nuestros profesionales no pueden vivir dignamente de su trabajo?

Más que Aulas: Un Espacio de Contención Social
La visita nos permitió ver también el rol social que cumple la universidad, algo que a menudo se ignora. En los mismos pasillos, encontramos stands del gobierno provincial en una campaña contra la trata de personas, puestos para tramitar documentación y realizarse tests de VIH. Es un espacio que contiene, previene y construye ciudadanía, trascendiendo por mucho la mera formación académica.
La universidad pública argentina resistirá. No por la benevolencia de un gobierno, sino por la fuerza de su gente, por docentes como Mauro y por miles de estudiantes que la defienden como un derecho inalienable. Pero esa resistencia tiene un límite. Es fundamental que la sociedad comprenda que la lucha por el presupuesto educativo no es un capricho, sino una batalla por el futuro mismo del país.
Fuente/Canal: José Viñuela #CiberPeriodismo